domingo, 16 de diciembre de 2012

Día 8

"Dios puede cansarse de grandes reinos, pero nunca de pequeñas flores" (Tagore)


Sigo comiendo poco, porque el curry, que es el mismo cada día, me sienta mal. Sigo, pues, con mi dieta de arroz blanco. Cada día que pasa me siento orgullosa por mi habilidad para aclimatarme. Y entonces les veo a ellos, y vuelvo a sentirme como una niña pija. 

Ellos son los niños del colegio. Lo que para mí son solo 20 días, para ellos es la rutina de sus vidas. Me sorprende cómo toleran el día a día sin rechistar. Lo acostumbrados que están a comer la misma comida todos los días. Intento imaginarme la cara que pondrían si, por un momento, vieran un comedor español, con los niños quejándose porque no les gustan las alubias. Habrían alucinado. 

Y no es solo la comida. Antes de empezar a comer, recitan unos mantras de dos minutos, y lo hacen sin quejarse, sin distraerse y sin enredar. Simplemente lo hacen y, en silencio, comienzan a comer. Después, lavan sus platos con sus propias manos. Barren el suelo agachados, lo friegan. Jamás les veo quejarse, ni escaquearse de sus labores. 

La lección de humildad que nos están dando a todos es increíble. Estos niños rezan, trabajan y no tienen ningún tipo de lujo. En cambio, muestran una sonrisa constante en la cara. Nosotros, en cambio, estamos tratando de acostumbrarnos. 

Por suerte, poco a poco nos aclimatamos. Ya no queda nada de mi paranoia con la malaria, y soporto las picaduras de mosquitos sin volverme demasiado loca. Ya me he acostumbrado al olor que desprende el fregadero cuando lavamos nuestros platos, e incluso soy capaz de dormir de un tirón, pese a no tener almohada. 

Aun así, es difícil resistirse a mirar el Facebook en el móvil de las chicas indias, y sin querer todas lloriqueamos por la falta de variedad en las comidas. Pese a todo, son los niños quienes nos sirven en la mesa. Nosotros trabajamos unas horas por la mañana, ¿pero ellos? ellos no paran. 

En semejante situación, es difícil sentirse "voluntario". 




 En otro orden de cosas, esta tarde ha ocurrido lo que (lo negáramos o no) llevábamos deseando durante días: la visita al pueblo. Nos habían prometido que allí habría un mercado, y que podríamos comprar comida, y no podíamos esperar. La mañana de trabajo había pasado volando, y nos habíamos lavado y vestido con la ilusión de quien viaja a Nueva York. Habían llamado a un autorickshaw para que viniera a buscarnos.

Llegó una hora y media tarde, y creíamos que ya no iba a venir. Cuando apareció, nos abalanzamos hacia él. "No cabemos todos, ni de casualidad", decíamos, pero las indias se empeñaban en que sí, y efectivamente, sí cupimos. Apenas podíamos respirar, pero no recuerdo un viaje más divertido que ese en toda mi vida. El autorickshaw volaba en cada bache del camino. "¡Vamos a morir!", gritaba Fanny, y ninguno de nosotros podíamos aguantar nuestras carcajadas.



En el pueblo, la gente nos saludaba con la mano al ver pasar nuestro autorickshaw. Éramos todo un reclamo para las miradas de la gente, que nos señalaba extrañada y divertida.

-Probablemente no hayan visto a tanto blanco junto en su vida -me decía Sirisha.

Habíamos esperado la ciudad más grande. Habíamos imaginado un supermercado. En su lugar, nos encontramos un mercadillo ambulante.



Sin embargo, ¡sí encontramos lo que estábamos buscando!


Volvemos felices a nuestra aldea. Hemos comprado dulces, refrescos y un bizcocho de limón que está para chuparse los dedos. Con esto, sobreviviremos hasta que termine el campo de trabajo. No puedo creerme que mañana, para desayunar, pueda acompañar mi té con un bizcocho. Le hemos intentado explicar a las indias que en Europa desayunamos cosas dulces, y no un cuenco de arroz picante. Les parece absurdo. Esperamos hacerles cambiar de opinión mañana por la mañana, con nuestro bizcocho. 

El viaje de vuelta en el autorickshaw nos sirve para cantar canciones de Rihanna y descubrir que mis amigas indias conocen mejor la letra que yo, y que incluso se saben de memoria su videoclip. Reímos como niños, bailando en la parte trasera del vehículo mientras el resto de conductores no nos quita ojo en la carretera. 

Ha sido un día extenuante, pero la inyección de azúcar de nuestros recién adquiridos dulces me ha dejado una sonrisa que creía que nada podía borrar. 

Claro que hay una conversación que desde ayer no se me quita de la cabeza. Por eso, volviendo de la cena en la aldea, alcanzo a Indhira y, caminando juntas, intento volver a sacar el tema del que sé que les cuesta hablar. 

-Indhira... -digo, despacio-. ¿Y si no te gusta el marido que te ha tocado? Quiero decir. ¿Y si no te enamoras?

-Claro que te enamoras. 

-¿Y si es malo contigo? ¿Si te pega?

Se encoje de hombros. 

-Si eso pasa, es porque tenía que pasar -dice, finalmente-. Porque los dioses han querido que este fuera tu marido. 

-¿Y por qué iban a querer algo así?

-Para darte una lección. Eso es porque en tu vida anterior hiciste algo malo, y esto te lo mereces. Es el Karma, ¿sabes? Tienes lo que mereces. Así que tienes que aguantar, para que en la próxima tu marido te trate mejor. 

No digo nada. No encuentro argumentos. No soy capaz de articular una palabra sin perder las formas o meterme con su religión, por lo que alzo las cejas y asiento con la cabeza. El sistema de la reencarnación conlleva una resignación perfecta. Las castas más bajas no se quejan, no admiten la discriminación a la que se ven sometidos porque revelarse implicaría no evolucionar de casta en su próxima reencarnación. Las mujeres maltratadas aguantan un maltrato que creen merecerse. 

-¿Tú eres religiosa, Indhira?

Tarda en responder. 

-Hay muchas cosas que no me encajan -dice, al final-. Pero cada vez que las cuestiono, mi padre se enfada. Es mejor no pensar mucho en eso. 

Por la noche, compartimos unas galletas de chocolate, y hablamos de videoclips, de la MTV, de la música, de ropa. De cosas que no importan. De cosas que podemos hablar sin que Indhira se sienta incómoda, y yo no tenga que morderme demasiado la lengua. 


PD. Os recuerdo que el nombre de Indhira no es el real. Lo cambié por protegerla, por sus testimonios y opiniones. Ella confió en mí al darme su punto de vista de la realidad india, por lo que no revelaré ni su nombre ni su rostro. 

Día 7

"Es de hipócritas amar a la humanidad en su conjunto y odiar a quienes no adoptan nuestros puntos de vista" (Refrán hindú)

Nuestra mañana de trabajo fue interrumpida de nuevo por la pausa para el té caliente y un mango. Además, nos obsequiaron con dátiles, y unas pequeñas frutas de un color amarillo casi fosforito, que por lo que dicen facilita la digestión. Yo he decidido fiarme, dadas las circunstancias, y he de reconocer que mi estómago va aclimatándose poco a poco.

Ayer por la noche comencé la que creo que va a ser mi dieta los próximos días: arroz blanco. He descubierto que si le quito el curry, mi estómago no sufre. No es del todo apetitosa, sobre todo teniendo en cuenta que no le añaden sal ni nada. Es arroz cocido. Pero alimenta, y es todo lo que puedo pedir.

Nos han dicho que este sábado iremos al pueblo, así que es posible que compremos pan, y algo para hacernos sandwiches. Entre otras cosas, hoy fantaseábamos con un vaso de coca-cola, por lo que es probable que nos hagamos con una botella para todos.


Pasar tanto tiempo juntos nos ayuda a hablar de todo un poco. Las chicas indias son discretas. Cuando hablamos de algo, preguntan con timidez, y esconden sus sonrisas tras una nerviosa carcajada. Es difícil hablar con ellas, pero los días pasan y dormimos juntos, trabajamos juntos, cocinamos y comemos juntos. Poco a poco vamos rompiendo esas barreras. 

Han pasado 7 días y ya sé de la vida sentimental de todos mis compañeros europeos, pero es hoy la primera vez que alguna de las indias abre la boca para hablar de amor. Estábamos cocinando, cuando comienzan a contar cómo funciona el matrimonio en la India. 

Pese a lo que yo pensaba, el matrimonio concertado sigue siendo la principal vía de matrimonio en el país, incluso en las grandes ciudades. No he podido controlar mi sorpresa e indignación. Yo creía que eso se daba solo en los pueblos. 

-¡Pero no es tan malo! -se defiende Spoorthi, que después nos explica todo el funcionamiento. Cuando una mujer cumple los 20 años (en las ciudades, porque en los pueblos suele ser más joven), su familia empieza a pensar en prometerla. Para ello, la vía moderna indica que hay que hacerle una fotografía vestida con sus mejores galas. Esa fotografía se reparte a todos los amigos de la familia, para que las coloquen en sus casas de tal manera que cuando llegue la familia de un hijo casadero puedan verla y valorarla. 

Entre diversas conversaciones, lo que se busca es encontrar a un marido (o una esposa, en el caso contrario), que pertenezca a la misma subcasta -estrato social, supuestamente erradicado a raíz de las protestas de Gandhi, pero erradicado solo a nivel legal, porque la religión sigue siendo bastante estricta al respecto-. Se busca que tenga dinero, bienes y buena reputación. 

Una vez se ha encontrado a alguien adecuado, las familias hablarán para ponerse de acuerdo, y si a ellos les parece bien, se realizará una presentación formal de los futuros cónyuges, y se les permitirá hablar unos minutos. Si no hay mayores complicaciones, ambos aceptarán, y será la familia de la mujer la que tenga que pagar una dote a la familia del marido. A los meses se celebrará una ceremonia larguísima. Sí, ya sabéis, a la mujer se le tatúa el cuerpo con henna, diversos rituales, etc. Después, ella se irá a vivir con la familia del marido: suegros, cuñados y mujeres de sus cuñados incluidos. Su destino pasará a estar en manos de su suegra, futura dueña y señora de su vida.

Yo no salgo de mi asombro, y no puedo evitar hacer preguntas incómodas. 

-¿Por qué pagáis vosotras la dote?

-Porque nos van a mantener el resto de nuestras vidas, tiene sentido -explican.

-¿Y cuánto vale?

Ríen ante mi inocencia, y me explican que eso depende. Que se pone un precio acorde a las cualidades del hijo. Un hijo guapo, o rico, o inteligente, exigirá una mayor cantidad. Por eso, los padres de las chicas ahorran durante toda su vida para poder pagar un buen marido para sus hijas. De lo contrario, tendrán que conformarse con alguien mediocre. Es una de las principales causas por las que, en los poblados más pobres, los padres asesinan a sus hijas recién nacidas. Simplemente, no se lo pueden permitir.

-Pero no es solo la dote. La familia del marido tiene que aceptarte. El futuro marido habla con tus vecinos para conocer tu comportamiento: si te han visto con otros chicos, si sueles salir mucho sola de tu casa... tienes que cuidar mucho tu imagen. De todas formas, a veces los vecinos, si son celosos, hablan mal de ti y cuentan mentiras. Por eso es mejor no hablar con chicos, directamente. Tener buena fama, ya sabes.

Me cuesta encajar mis mandíbulas. Legalmente tus padres pueden obligarte a casarte. Indhira me cuenta que es la principal causa de suicidios de mujeres en la India.

Indhira, Spoorthi, Sirisha, Shuti..., todas las chicas que se sientan conmigo a hablar, son universitarias. Pertenecen a familias educadas. Tienen iPad, iPhone y portátiles en casa. Algunas están terminando ingeniería, y otra quiere hacer un doctorado en comercio internacional. Conocen a Rihanna, son fans de Crepúsculo. ¡Ven la MTV! Y sin embargo, saben que dentro de un año, van a tener que abandonar sus casas para pasar para siempre a la disposición de su suegra. No parecen indignadas.

-¿Y si tu suegra no quiere que trabajes de ingeniera? -pregunto.

-Pues no trabajaré. Me quedaré en casa, limpiaré y cuidaré de mis hijos y mi suegra. De todas formas, esas cosas las negocian las familias de antemano, para evitar ese tipo de situaciones. Aunque claro, tú legalmente pierdes a tu familia cuando te casas, por lo que si tu suegra cambia de opinión, debes aceptar.

Cuatro años de carrera reducidos a eso. Intento respirar hondo y no dejarme llevar por la ira, pero esta semana ha sido suficiente para conocer a estas chicas, para cantar y bailar con ellas, para charlar y reírme con ellas. Para descubrir que son chicas como yo, que no hay tanto que nos diferencia. Y, sin embargo, su destino es tan distinto. Se me empañan los ojos de la furia. Me gustaría cogerlas por los hombros y zarandearlas para que compartieran mi indignación. Para que despertaran.

-No te preocupes, Jara. Mis padres tienen una mentalidad más abierta.

-¿Te dejarán elegir a ti?

-¡No! -exclama en una carcajada-. Claro que no. Pero elegirán al mejor para mí. Hablarán con la familia, les convencerán para que me dejen estudiar.

-No lo entiendo -digo, una y otra vez-. No lo entiendo. ¿Y de qué va entonces todo eso de Bollywood? Son tan románticas, esas películas. ¡Se enamoran! Hay un chico, y una chica, ¡y se enamoran! ¿Por qué hacéis esas películas, si después no creéis en el amor?

-Sí creemos en el amor -me corrige Sirisha-. Pero el amor viene después del matrimonio.

-Ya, pero en las películas son un chico y una chica que se enamoran y finalmente se casan. Como lo hacemos en occidente...

Indhira, callada hasta entonces, sonríe.

-Toda chica tiene su historia de amor. Simplemente hay que saber controlarse, y cortarla. Es inevitable enamorarse. Pero hay que ser lista y conocer tus prioridades. La familia es lo primero. Claro que eso no significa que no nos guste soñar.

Les gustan las películas de amor, como a nosotros las de magos o unicornios. Sabemos que no existen, pero nunca está de más soñar.

Escribo ahora desde mi cama, refugiada en mi mosquitera. Las observo dormir y me invade la frustración. No quiero juzgar, no quiero pensar que yo estoy en lo correcto. Pero pienso en mi novio, pienso en los chicos que han pasado por mi vida. Recuerdo cada beso, cada cita, el simple hecho de cogerles de la mano por la calle. Cada abrazo. Vuelvo a mirarlas, respiran tranquilas en su sueño.

Ellas jamás darán un beso por primera vez a un chico con incertidumbre. Ellas no sentirán esas cosquillas, ni esa irrefrenable alegría por pensar "le gusto".

Necesito dormir. 

Día 6 (parte II)

El mango me había devuelto la vida.

-Necesitabas azúcar, eso pasa -me dijo Mak. Posiblemente fuera cierto, porque pese a mi dolor de estómago, el mundo entero parecía un lugar mejor.

Me aseé y cambié de ropa, sorprendiéndome a mí misma de mi recién aprendidas habilidades para lavarme el pelo con un cubo de agua sin empapar todo el suelo, y después salimos para hacer una visita a la aldea. Muchos de los niños de nuestra escuela viven allí, y queríamos echar un vistazo.


Las vistas eran impresionantes. No hay palabras que puedan hacerle justicia. Conforme llegábamos a las aldeas, las mujeres y los niños salían de las casas y nos observaban curiosos. Algunos se acercaban a nosotros y nos pedían que les sacásemos fotografías. Todos querían posar, pero también querían que les diésemos las fotos. Nos costó hacerles entender que eran digitales, y nos daba mucha pena. 

Las fotos que pongo ahora no son mías (¡qué más quisiera!), son obra de Fanny, mi compañera de aventuras venida desde Bruselas. Disfrutad, no hay palabras.






(El templo de la aldea, donde nos bendicieron con un puntito rojo en la frente. Si estás casada, te pondrían uno amarillo, pero ninguna de las presentes había pasado ya por el altar...)



Fábrica de leche, principal mecanismo de supervivencia de la aldea. Lo distribuyen por Bangalore.

Día 6 (Parte I)

No tengo perdón, así que me ahorraré las excusas (trabajos, exámenes, vagancia). Para compensaros subo DOS días de golpe. Esperando que todavía haya gente con ganas de leer mis aventurillas por este maravilloso país. Y si no pues ya me encargaré yo de convenceros, porque es aquí cuando empieza la parte verdaderamente interesante...

Día 6

"La felicidad o la desgracia dependen enteramente de la actitud de la mente" (Upanishad)

El día ha comenzado duro. Me levanté a las 6 de la mañana para hacer yoga, y a duras penas podía ponerme en pie. Ayer por la noche comenzó a dolerme mucho el estómago, y lo que me ofrecían como cena (el mismo cuenco de arroz con chili picante que me había hecho enfermar) no parecía ayudar mucho, así que lo rechacé. "No puedes estar sin cenar, niña", me decía Mr.Ganesh preocupado. Pero yo lo prefería antes que volver a comer lo mismo. Me levanté sin fuerzas, y mi estado de ánimo no era mucho mejor.

Apenas estaba amaneciendo cuando nos dirigimos todos al templo hindú donde nos tocaba meditar. El conductor de la meditación es el padre de Indhira, que por lo visto todas las mañanas acude a sus propias clases con un gurú de meditación. Tras recitar unos mantras, nos hizo hacer una serie de ejercicios y correr dando vueltas a una figura grande del que creo que es Budha. Media hora más tarde ya habíamos terminado, pero todavía nos quedaba una hora para desayunar, así que nos cambiamos de ropa y nos quedamos sentados en las escaleras un rato.

Al llegar a la cocina, conforme me quitaba los zapatos para entrar (no sé si os dije que van descalzos por todas partes, para no manchar nada), me vino ese olor a curri que me había hecho enfermar el día anterior. Miré a mi alrededor y no me cupieron dudas: también ese iba a ser mi desayuno. Lo rechacé de nuevo, para preocupación de todos. "¿Cuándo va a comer?" "¡Esta niña va a morirse!". "Puedes comer como una europea, pero ahora vas a trabajar como un Indio", me advertían.

Acepté sus consejos, pero me mantuve en mi negativa por comer. Estaba malumorada, sin fuerzas. "Intenta relajarte", me decía, "no es culpa suya". Pero me veía 15 días más allí, comiendo siempre esa comida que hacía daño a mi estómago, y todo lo que sentía era vértigo. Además, por si fuera poco, se negaban a comprar agua potable, por lo que todo el agua que bebíamos era hervida, y siempre estaba caliente. No ayudaba teniendo en cuenta los 40º a los que nos enfrentábamos fuera. Eso, unido al dolor de espalda que me provocaba la férrea tabla que teníamos por colchón, la falta de condiciones higiénicas y el desagradable olor de las cocinas... hizo que mi mundo se viniera abajo. "¿Qué estoy haciendo aquí?"

Resignada, e intentando que no se me notase demasiado mi desánimo, me tomé un té y todos juntos nos dirigimos a nuestro lugar de trabajo.


Teníamos que construir los cimientos de un nuevo edificio para la escuela. Ahí estaba un grupo de trabajadores asalariados (sólo eran tres), a quienes íbamos a echar un cable. O eso creíamos. Porque viendo la facilidad con la que se lanzaban las piedras unos a otros sin resultar heridos, nos dimos cuenta de que más que una ayuda, íbamos a ser una carga. 

Ellos nos miraban y cuchicheaban. De vez en cuando, soltaban alguna carcajada indiscreta. Nosotros, mientras tanto, intentábamos cogerle el truco a lo de lanzarnos piedras. Hacía calor, y yo empezaba a sentir que tenían razón cuando me decían que debería haber desayunado. "Estás muy blanca, siéntate", me indicó Sirisha, y le hice caso. "Tienes que comer, aunque no te guste la comida. Si no, no vas a poder hacer nada aquí". 

Me sentí ridícula. Como una niña pija a la que no le gusta su hotel. Así que me mantuve unos minutos a la sombra y acepté una taza de té que nos trajeron. Estábamos sorprendidos: ¿té para combatir el calor? ¿es que nadie bebe agua fría? "¡No tenéis ni idea!", nos dijo un obrero, "el té caliente es lo mejor para el trabajo. Te pone caliente por dentro, y así hace frío fuera". 

Tenía sentido. 

Minutos después, volví a la carga. Poco a poco le fuimos pillando el truco. Las piedras se colocaban y se rellenaba el espacio con una especie de gravilla que previamente fabricaban artesanalmente. Después, se le echaba agua y había que asegurarse de no dejar ningún espacio. Y así, poco a poco, se iba construyendo una escuela. 

Entre la emoción de ver los resultados de nuestro trabajo, y a base de cantar canciones de nuestros respectivos países, fuimos pasando la mañana con bastante alegría. La música siempre hace las cosas más fáciles, a fin de cuentas. Cuando, a las 13h, dimos por finalizada nuestra jornada laboral, Sirisha alzó la manguera con la que habíamos estado trabajando y empezó a empaparnos a todos. 

Era lo más parecido a una ducha que habíamos tenido en 6 días. No recuerdo haberme reído con tanta alegría en mucho tiempo. Ahí estaba. De eso iba todo. De ser feliz con un poco de agua, de cantar con tus compañeros. De ser feliz trabajando. Todos esos mantras que recitaba incansablemente nuestro gurú de la meditación no eran más que eso.



-Me siento estúpida a veces, Mak -le decía minutos después al chico bangladeshí (le podéis ver en esta fotografía, con una cámara en la mano). Esperábamos a que fuera la hora de la comida, sentados en las escaleras del porche.

-¿Por qué?

-Hace unas semanas, me obsesioné con que quería un iPhone. Y no me gustaba salir de casa si mi flequillo no estaba planchado.

-Pues yo creo que estás guapa así -me dijo, con una sonrisa. Me miré, con mis bombachos llenos de barro, mis uñas de los pies ennegrecidas, apestando a toda una mañana de trabajo y con mi pelo enredado en bucles.

-Supongo. A veces no hace falta más, ¿verdad?

-Podemos vivir así, no hace falta más. Pero no te engañes, seguro que echas de menos tus planchas de pelo, tu maquillaje, tu pintauñas.

Miré mis uñas antes de contestar. Tenía razón, sería absurdo negarlo. Pero experimentaba una cierta sensación de libertad al saber que, en aquel momento, no necesitaba nada de todo aquello para subsistir. Era solo yo, con dos pares de pantalones y cuatro camisetas. Nada más.

Tras unos cuantos minutos esperando, mi estómago parecía querer comerse a sí mismo, por lo que esta vez no me negué a probar el arroz picante. Lo introducía a mi boca intentando no saborearlo, dejando de respirar, lanzándolo directamente a mi garganta, con cada vez mayor pericia. Nada de eso evitaba que incluso mis labios me escocieran por el picor del curri, pero lo que más me preocupaba era la reacción de mi estómago. No tardó en hacerse llegar, y no pude siquiera terminar el plato.

Sin embargo, tuvieron un detalle muy bonito conmigo. El organizador había cogido el coche al pueblo más cercano, y había comprado mangos y agua mineral. Ver esa fruta estuvo a punto de hacerme llorar de emoción, y me serví un gajo disfrutando a cada instante. Mi reacción les hizo sonreír. "¡Mira cómo come ahora!", exclamó Ganesh, con alegría.


(sigo en la siguiente entrada, que esto se queda muy largo) -> Pincha AQUÍ

viernes, 21 de septiembre de 2012

Día 5

Lo primero de todo, disculparme por la tardanza. Soy un desastre. Le echaría la culpa al comienzo de las clases, pero ha sido un cúmulo de cosas. Así que sin más dilación...

Día 5


"Para quien lo sabe ver y amar, el mundo se quita su careta de infinito y se hace tan pequeño como una canción, como un beso" (Tagore)

Hoy hemos madrugado. Kacper y yo hemos hecho turnos para ducharnos y recoger todas nuestras cosas. El desayuno ha sido rápido, a ritmo europeo. El Señor Ganesh nos dijo ayer que esta mañana, justo después de desayunar, vendría a recogernos un autobús para llevarnos a nuestro campo de trabajo, así que nos lo tomamos al pie de la letra. Por supuesto, hemos estado esperando una hora y media en las   escaleras hasta que finalmente ha aparecido el vehículo.
El conductor tenía el símbolo del OM coronando el parabrisas, así como la imagen de un dios que, por el momento, desconozco. No cabíamos todos en el autobús, pero tampoco era algo que pareciera preocupar mucho a los indios, que se fueron al fondo y tiraron las mochilas entre asiento y asiento. No debe de haber muchos kilómetros entre Bangalore y la aldea a donde nos dirigimos, pero tardamos más de tres horas en llegar. Es difícil saber dónde acaba la ciudad y dónde empiezan las aldeas. Pasé las tres horas asomando la cabeza por la ventanilla entreabierta, descubriendo más y más ríos de basura, casas derruidas, y el olor a veces se hacía tan insoportable que teníamos que cubrirnos el rostro con nuestros pañuelos.
Por fin, comprendimos que nos acercábamos a la India rural. La verdadera India, como decía Gandhi. Pequeñas casas aisladas, vacas campando a sus anchas y mujeres curiosas sentadas junto a la puerta, mirando el autobús con extrañeza. Y finalmente llegamos.
El lugar es un paraíso verde. La vegetación, el olor, los sonidos. Todo en conjunto creaba un paisaje abrumador. No podía evitar, mientras bajaba del autobús, sentirme una pequeña hormiga en la inmensidad del universo. Me gustaría que hubiera una forma de describirlo que no sonara tanto a un cliché, pero todavía estoy asimilando que mis zapatillas pisan la arena de la India, que el aire huele a la India, que realmente estoy aquí, a tantos kilómetros de mi casa, al comienzo de una aventura tan emocionante.


En medio de la selva, hay una escuela para niños de aldeas próximas. Es un centro religioso hindú, que sigue un sistema educativo que ellos denominan pre-colonial (es decir, previo a la implantación del sistema de enseñanza británico, que domina la India a día de hoy, especialmente en las ciudades).
Se enseña a los niños no sólo la educación básica, sino que tiene un alto componente moral. La meditación es obligatoria, y todos los niños hacen, además, yoga y karma-yoga. ¿Qué es el karma-yoga?, me pregunté. Una de las profesoras, que ha aparecido para recibirnos y darnos las gracias por nuestra visita, nos lo explica: según el hinduismo, existe una suerte de fuerza llamada Karma, que implica que acciones malas en vidas pasadas se cobran su factura en vidas posteriores, y viceversa. Para combatir, por tanto, tus malas decisiones pasadas, es necesario que pagues tu deuda mediante el trabajo físico. Por tanto, los niños se turnaban para hacer labores como limpiar los cuartos de baños, las cocinas, barrer la escuela, etc. "No se trata sólo de Karma", nos contó, mientras nos llevaba a nuestras instalaciones, "también se trata de una lección de humildad. Así saben que los baños no se limpian solos, y aprenden a valorar todos los trabajos".


Así que aquí nos quedaremos, durante diez días de trabajo más el fin de semana. Nuestra labor será construir un edificio nuevo para la escuela de la mano de obreros indios que, seguro, tendrán que enseñarnos absolutamente todo. 
Nosotros dormiremos en uno de los edificios. Está equipado con literas, y nos ha sorprendido gratamente. Los baños, no obstante, destacan menos por su comodidad. No hay agua caliente, al igual que en el hotel, y los cubos vuelven a ser el único sistema para lavarnos, pero deduzco que no tardaremos en acostumbrarnos. 
Después de acomodarnos y enredar nuestras mosquiteras como podemos en las literas, fuimos a comer. Se trataba del comedor conjunto a donde comen los niños. 
Primera regla: fuera los zapatos. 
Descalzos, cogimos nuestro plato y vaso, y uno de los responsables de la organización trajo un bol enorme de arroz blanco y después otro con una salsa anaranjada. Tras echarlo en el arroz, descubrimos que es extremadamente picante. Lo llaman 'curry', pero no se parecía en absoluto a la mezcla de especias amarillas que en Europa nos venden como 'curry'. Esto era una especie de cocido de pimiento chilli, sin más verduras que eso, por lo que prácticamente se trataba de una sopa picante con la que aliñar el arroz. 
El problema era la falta de agua potable, que hacía que comer arroz picante fuera una experiencia especialmente difícil. Observando nuestra incomodidad, pusieron a hervir agua para matar bacterias y que pudiésemos al menos beber algo, pero el agua hervida tardaba en enfriarse, y tampoco sirvió para aplacar el ardor de nuestras lenguas todavía desacostumbradas al sabor indio.


Lo más curioso, y divertido, era comer con las manos. Existe una regla establecida al respecto. Se come con la mano derecha, se bebe con la mano izquierda, y todo lo que quieras coger o tocar debe hacerse con la mano izquierda, porque lo cierto es que la derecha se mancha mucho. Jamás pensé que sería tan complicado, pero lo es. Al principio utilizaba sólo tres dedos, intentando que el arroz no se me escapara, pero la salsa resbalaba por mi muñeca.
Indhira me miraba divertida.
-No uses sólo tres dedos, así te manchas mucho -me decía-. Es así, con toda la mano. Y el pulgar empuja la comida dentro de la boca.
Pero no era tan fácil, y terminábamos los europeos agachados contra el plato, mientras que ellas comían con una habilidad sorprendente, sin apenas moverse.

Mañana empieza nuestra verdadera rutina. Los miembros de la ONG nos dejan solos, y sólo quedamos los voluntarios. El plan es levantarnos a las 6 de la mañana para hacer yoga y meditación, después desayunar, ir a trabajar en la construcción, comer, jugar con los niños de la escuela, algo de tiempo libre, cenar y dormir. Insisten en que la luz se apagará a las 10 de la noche.
Honestamente, con semejante rutina, dudo mucho que nos cueste conciliar el sueño, pese a que las literas parezcan hechas de piedra, el calor del ambiente y el siseo amenazante de los mosquitos.
Son las ocho de la tarde y ya siento mis párpados luchando por permanecer abiertos. Mi estómago también empieza a quejarse, y creo que el curry no le ha sentado bien en absoluto. Espero estar bien para la hora de la cena...


martes, 21 de agosto de 2012

Día 4

Para mi sorpresa, hoy sí ha habido orientación. Esta mañana nos hemos levantado con la noticia de que dos chicas belgas habían llegado a la habitación del bangladeshí. Parecían bastante simpáticas, por lo que intenté hacer uso de mi torpe francés para hablar un rato con ellas.
En nuestra espera por la orientación, descubrimos a una chica bajita vestida con un salwar camise de color verde. En la frente llevaba una especie de gota negra, muy pequeñita. Había leído que las mujeres llevaban un punto en la cabeza cuando estaban casadas, por lo que no pude evitar escandalizarme. Parecía una niña.
-¿De dónde sois? -nos dijo nada más vernos, ofreciéndonos una sonrisa.
-España, Bélgica, Bangladesh y Polonia -respondí, y ella asintió con la cabeza.
El escenario para la orientación no fue otro que la habitación en la que dormíamos todos menos Kacper y yo. No era lo que ninguno de nosotros había esperado después de tanta expectativa con respecto a la orientación, pero estábamos tan satisfechos de tenerla por fin que poco importaba.
Comprender su acento era lo más complicado. Hablaban muy rápido, con una pronunciación totalmente distinta a la que estamos acostumbrados, pero con una fluidez que dejaba muy claro que eran prácticamente bilingües. Aun así, nos mirábamos unos a otros desconcertados, capturando tan solo algunas palabras.
Excepto cuando Barkhi, la mujer de Ganesh, empezó a hablar. Nos hizo un breve resumen sobre las tradiciones hindúes. Gente pacífica, dijo, muy callada.
-Hacer un campo de trabajo es una experiencia estupenda -nos advirtió-. Sólo así conoceréis a la India de verdad. No es como ir a un hotel de 4 estrellas. Aquí vais a estar con gente de las aldeas. Hablaréis con los hombres, jugaréis con los niños, rezaréis con ellos y comeréis con los dedos. Lo que os será más difícil será hablar con las mujeres. Una mujer jamás sale al salón si hay visita; siempre debe esconderse en la cocina a preparar todo para los invitados. Debéis ser pacientes, debéis insistir. Sólo a través de los hombres y de los niños llegaréis a conocer a las mujeres. Pero es especialmente constructivo que habléis con ellas.
Tomé nota. Sonaba a desafío.

Por la tarde, Barkhi y las chicas indias nos acompañaron a hacer nuestras primeras compras en Bangalore. El frenesí y el caos de las calles nos agotaron en poco más de veinte minutos, pero ellas parecían totalmente acostumbradas a sortear carreteras sin señalización y vendedores sin pudor. Caminaban por entre la gente gritando y señalando prendas y pañuelos, indignándose ante primeros precios que, a base del regateo y fingidos cabreos, conseguían rebajar hasta cifras que a nosotros se nos antojaban ridículas.
Fue imposible para las chicas del grupo resistirse a la tentación de hacernos un Mehandi (tatuaje de henna). Las chicas nos contaron que originalmente era una práctica que se realizaba solo para mujeres en el día de la boda. Se las tatuaba en brazos y piernas, sin apenas dejar un hueco libre para la piel. Pero hoy en día se ha convertido en una moda para todas, e incluso las jóvenes han aprendido a hacérselo en sus casas, como nosotras nos practicamos una manicura.
Ante nuestra fascinación, las chicas nos llevaron a una callejuela que jamás se nos habría ocurrido atravesar. Y allí, sentado en una silla de plástico, trabajaba el "mejor artista de Mehandi de la India", tal y como aclamaba su cartel.



No pudimos evitarlo, y acabamos todas con unos preciosos tatuajes en nuestras manos. Dicen que se va en dos semanas, pero que es posible que el trabajo físico de estos días que vienen haga que se vaya antes.
-¿Y dices que esto es moda? -le pregunté a la chica más joven, a la que llamaré desde ahora Indira (para proteger su identidad, hablaré de ella más adelante).
-Hay muchas cosas que antes eran solo para mujeres casadas, y que ahora llevamos todas. ¿Ves esta gota que tengo en la frente? ¡Es moda! Son unas pegatinas, puedes comprarlas en cualquier tienda. Nos lo ponemos porque estamos guapas. Las casadas lo llevan en rojo.
-Tú no estás casada, entonces.
Su carcajada resonó por las calles de Bangalore, conforme avanzábamos con las manos en alto para evitar que cualquier transeúnte echara a perder nuestra henna todavía húmeda.
-¡Pues claro que no estoy casada! ¿Qué haría aquí con vosotros, si no?
No pude evitar que la sensación de alivio se reflejara en mi cara.

Ahora escribo desde la habitación. Es nuestra última noche en este hotel. Mañana partimos por la mañana al que será nuestro campamento estos días. Estoy inquieta. Emocionada, pero inquieta. Todo aquí es nuevo y diferente, y cada vez que algo nos sorprende, las chicas nos recuerdan que esto es la ciudad y todo es mucho más "occidental". Me pregunto cómo serán las aldeas.

jueves, 9 de agosto de 2012

Día 3


Hoy empezaba la orientación, decían. Pero, como era de esperar, un "no problem" de Mr.Ganesh nos ha hecho saber que se posponía de nuevo. Por suerte, hoy ha sido un día de sorpresas.
En la habitación del chico de Bangladesh ha aparecido en medio de la noche una nueva inquilina: Isa, que es española. Es inevitable sentirme un poco más como en casa.
Después del desayuno, al que poco a poco nos vamos acostumbrando, Isa, Kacper, Mak y yo decidimos ir al parque nacional de Bangalore, con toda la intención de matar el tiempo. Por suerte, la mujer de Ganesh se ofrece a acompañarnos. En su momento no somos conscientes, pero después de la odisea a la que nos sometemos para encontrar el autobús adecuado, nos damos cuenta de que sin ella jamás habríamos llegado a nuestro destino.
El autobús recorre Bangalore y se aleja a las afueras. Barkhi, la mujer de Ganesh, señala por la ventanilla y me dice "ahora empieza el Silicon Valley", y poco a poco van apareciendo pequeños paraísos, hoteles y SPAs que parecen sacados de un universo paralelo. Cuesta creer que tan solo lo separen unos kilómetros de la ciudad caótica y sucia en la que hemos pasado estos dos días.
Unas horas después, llegamos al parque nacional, y pagamos una tarifa de safari. No tengo mucho más que contar de esto. No me gusta demasiado ver a los animales si es en cautividad (aunque se trate de un parque natural repleto de comodidades), así que tampoco me emocionó demasiado la experiencia. Aunque debo reconocer que la visión de un tigre blanco me dejó sin aliento.
Tras el viaje, Barkhi nos invitó a un zumo de caña de azúcar, y aprovechamos para tomarnos un coco. Tan solo valen 15 rupias, y el precio nos resulta tan ridículo que nos provoca ganas de tomar fruta todo el día.


Barkhi es realmente dulce. A veces nos sentimos algo cohibidos ante la generosidad de los hindús. Sabemos -y saben- que tenemos un mayor nivel adquisitivo, pero nada les frena a la hora de ofrecer y regalar. 
-En la India creemos que el invitado es un dios -me explica Barkhi, con una sonrisa. 
Ahora estoy tumbada en mi cama, agotada. Escribo despacio y parando ante cada frase para bostezar y echar un vistazo al televisor que tenemos Kacper y yo en la habitación. No tardaré en caer rendida. Debo escribir el diario a una hora más temprana. 

Mañana, dice Ganesh, tenemos orientación. A estas alturas, es una planificación que ni siquiera yo me tomo demasiado en serio. Creo que es hora de practicar mi Indian Bobble, para poder ejemplificar exactamente mi estado de ánimo al respecto: "te estoy oyendo, ajá, mañana orientación, ajá". 


miércoles, 1 de agosto de 2012

Día 2

"La más larga caminata comienza con un paso". (Proverbio hindú)

Esta noche he dormido poco. El colchón es duro, y cada vez que me muevo -cosa que hago frecuentemente- me despierto. Por eso, cuando Kacper me ha despertado a las 8 de la mañana, me ha costado despegarme de mi saco de dormir.
Todavía adormilada, me he dirigido al cuarto de baño a darme una ducha. Pero no ha sido una tarea tan fácil. 
Efectivamente, esta es una ducha típica india. Es decir, un grifo, un cubo y una jarra pequeña. No sabía que darse una ducha así pudiera ser tan complicado, pero es evidente que me falta práctica, porque en tan solo dos minutos he encharcado todo el suelo, y no he conseguido lavar del todo bien mi pelo. Decir que el agua estaba fría es innecesario, ¿verdad?
La segunda sorpresa del día ha sido encontrar una picadura de mosquito en mi pierna. Un mosquito, un bicho, no lo sé. No me pica mucho, pero sea lo que sea es un especimen que ha conseguido atravesar mi saco de dormir y mis pantalones impregnados en repelente de insectos. Me río por no llorar, porque no estoy tomando nada contra la malaria. Kacper se ríe y vaticina mi muerte: "¡Es tu último día en este mundo, así que más te vale aprovecharlo bien!". Puede ser. 
En cualquier caso, la rutina india empieza a hacerse patente. A las 8:30 Kacper y yo bajamos a desayunar a la cafetería, porque por fin iba a comenzar la orientación de voluntarios. En el camino nos encontramos con Mak, un chico de Bangladesh que también es voluntario. Nos resulta complicado elegir qué desayunar, porque no entendemos los alimentos, ni hay nada que nos indique qué puede ser bueno para desayunar. Así que optamos por la vía más sencilla. 
-Algo que no pique, por favor. 
Y entonces, el camarero lo hace. Ese gesto que hacen los indios y que no hemos parado de observar en todo el día. (*) Una especie de agitación con la cabeza, de lado a lado, muy serios. Los tres nos observamos con inquietud. ¿Ha dicho que sí? ¿que no? ¿se ha ido sin más? Mirando a nuestro alrededor vimos que muchos hacían ese movimiento de cabeza de manera constante. Por suerte, el camarero vuelve con un "Butter Dosa", que es... difícil de definir. Dejo la foto, mejor. Todo lo que sé es que sabía a mantequilla, y que estaba riquísimo. La salsa picaba tanto que era impracticable, pero por lo menos mi estómago aguanta tranquilo.

Las horas pasaban, y Mr.Ganesh seguía sin hacer acto de presencia, así que le llamamos. 
-¡Oh, no, no! Orientación hoy no. Es que he pensado que, como todavía no estáis todos los voluntarios... Mejor disfrutad de Bangalore, ¿sí?
Así que eso hemos hecho. Mak, Kacper y yo nos aventuramos por las calles de la India, y el miedo que teníamos ayer deja paso a una extraña sensación de adrenalina. Cruzar la calle es respirar hondo y atravesar los coches en zigzag. No hay pasos de peatones, ni semáforos, ni un claro sentido del tráfico. 
Las pocas horas que he dormido me permiten disfrutar de las vistas con una mirada distinta a la de ayer. Y no mentían: la India es de colores. Y de contrastes. Las casas son turquesas, verdes pistacho, amarillas. Algunas parecen haber sobrevivido a un bombardeo, y todas parecen colocadas a diestro y siniestro y con rapidez, como con prisas. Como si toda la ciudad fuese fruto de un arrebato adolescente. Un hotel con balneario no dista demasiado de imágenes como esta: 
Cuesta observar algo así sin detenerse incrédulo. Pero no somos los únicos que abrimos los ojos de par en par. Las mujeres, peinadas en trenzas adornadas con guirnaldas de jazmín y envueltas en saris o en salwar camises (la alternativa "moderna" a la tradicional indumentaria hindú), nos observan como si acabásemos de salir de una nave espacial, ¡o peor!, de una película de Hollywood. El pelo rubio de Kacper no pasa inadvertido, y las chicas no le pierden de vista, aunque no terminamos de apreciar si es admiración, curiosidad o recelo lo que advertimos en sus miradas. También los hombres nos miran; pero estos, ataviados con vaqueros y camisas al más puro estilo occidental, lo hacen con más descaro e incluso nos sonríen. 
Finalmente, y con el deseo de apreciar nuestro día libre y, según Kacper, mi último día de vida, hemos cogido un AutoRickshaw para ir a un jardín botánico y así ampliar nuestros horizontes. El viaje en Rickshaw ha sido indescriptible. El vértigo y el miedo de vernos esquivar los coches sin ningún tipo de prudencia se convirtió de pronto en una risa floja compartida, al tiempo en que nos agarrábamos a los barrotes y gritábamos: "This is India!" a las carreteras abarrotadas. 
Estoy agotada. Dicen que la formación empezará mañana, y no puedo esperar. Parece que, después de todo, esto no está tan mal...


(*). Quería que todos pudierais ver el gesto al que me refiero, así que lo he encontrado en Youtube. Para aclarar, Kacper y yo terminamos por descubrir su significado: "Sometimes yes, sometimes no, sometimes neither, sometimes both". (A veces sí, a veces no, a veces ninguna de las dos, y a veces las dos cosas). Vamos, que es su forma de decir "te escucho", sin responder a la pregunta. Curioso a la par que útil. Pero a veces, sobre todo si no lo dominas, puede resultar desquiciante. Kacper y yo, por lo pronto, practicamos en el espejo. 



>> Lee el día 3

martes, 31 de julio de 2012

Día 1

'Ante las injusticias y adversidades de la vida... ¡calma!' - Mahatma Gandhi

Todo el mundo odia la India el primer día. Eso me decían, antes de embarcarme. Será diferente, sé que va a ser diferente, me decía. No lo ha sido. 
Tras 13 horas de avión, mucha falta de sueño (no soy de las que duermen fácilmente en los aviones) y un poco de miedo a lo desconocido, salí a Bangalore a las 9 de la mañana. Cambié mis euros por rupias y el calor de la calle me golpeó en la cara. Me habían dicho que la India olía a especias, pero todo lo que podía distinguir era algo parecido a... ¿basura? Pero apenas tuve tiempo para pensar en ello, porque una docena de hombres se abalanzaron hacia mí exclamando "¡airport taxi!", y yo me fíé de uno al azar porque todo cuanto tenía en mis manos era una dirección que para mí no significaba nada.
-First time in India? -me preguntó conforme me dirigía a su coche.
Conocía sus trucos, lo había leído en Internet, así que sintiéndome inteligente le dije que no, que tenía unos cuantos amigos en India y que venía a visitarlos tanto como podía. El taxista siguió dándome conversación y después se hizo cargo de mi mochila. Le facilité la dirección y me pidió 1000 rupias (unos 15 euros). Sé que es caro, un precio impensable para los locales, pero también sé que mi color de piel y mis pintas de turista no ayudaban nada y, teniendo en cuenta las circunstancias, parecía un trato justo.
Intenté relajarme, pero estaba en tensión. Miré por la ventana. La carretera parecía sumergida en medio del campo. El paisaje iba transformándose y de pronto noté que el conductor hacía un desvío hasta introducirse en un palmeral. Admiré su belleza y su exotismo con curiosidad, hasta que el taxi se detuvo de golpe.
-6000 rupias -dijo entonces, todavía en inglés (traduzco por comodidad de todos).
-¿Cómo? -calculé rápidamente. Son 88 euros-. ¡No!
-Taxi de prepago, señora.
-¡Pero es que me dijo 1000 rupias! 6000 rupias es muchísimo dinero.
-No es muchísimo dinero, señora, el lugar a donde usted quiere ir está muy lejos y...
-Oiga -le dije, muy seria, pero el corazón me latía demasiado fuerte y mi voz salió de mí temblando-. No pienso pagar 6000 rupias por un taxi.
El taxista se rió, y al hacerlo dejó a la vista unos dientes amarillos. Señaló hacia la ventana.
-De acuerdo, pues bájate.
Tragué saliva, mirando por la ventana. Estaba en medio de... ¿la selva? ¿un bosque? ¿dónde? Ni siquiera sabía si había carretera. Respiré hondo, intentando calmarme, y concentré toda mi fuerza en sacar las 6000 rupias de mi riñonera. Se las pasé sin mirarle y, tras contarlas, arrancó de nuevo el coche y dio la vuelta. Seguimos en silencio unos cuantos minutos, y pronto volvimos al autovía. Mi cabeza trabajaba demasiado deprisa, imaginando escenarios poco agradables, imaginando una segunda parada y una nueva amenaza, imaginando que no me llevaba al hotel donde me esperan el resto de los voluntarios, imaginando que todos tenían razón cuando me decían que el viaje a la India era demasiado peligroso.
-Puede dormirse si quiere -me dijo el taxista mirándome por el retrovisor.
-No -espeté con sequedad y, con una seguridad que me sorprende a mí misma, fui totalmente franca-. No me fío de usted.
-Oiga -me respondió-, a mí esto tampoco me gusta. Pero tengo un jefe que me obliga a hacer esto.
-Mire. Cállese, por favor. Lléveme a mi hotel, no me importa de quién sea la culpa, pero no voy a darle conversación en el trayecto.
-De acuerdo, señora.
La ciudad comenzó a dibujarse poco a poco por la ventana, pero no terminaba de diferenciarse demasiado del campo. Las aceras brillaban por su ausencia y carteles de Samsung, Apple y McDonalds colgaban de edificios derruidos o a medio construir. Apenas unos escalones los separaban de la tierra que tenían por asfalto. Imagino que durante las lluvias (que han de ocurrir este mes) las calles serán ríos de barro. Junto a los taxis se deslizan hábiles los autorickshaws, una especie de motos que llevan pasajeros y que son el medio de transporte más barato y popular de la India.
Por fin, tras un viaje que yo creía eterno, me anunció que ya habíamos llegado a mi hotel. Cogí mi mochila y salí de allí como si las puertas quemasen.
-Ya pasó -me dije-. Ya estoy aquí.
Entré al hotel y me sorprendió no encontrar ningún cartel, ni nada, que indicara el encuentro de voluntarios de SCI. No había nada, ni nadie con la piel blanca, así que me dirigí al mostrador.
-Hola, disculpe. Soy voluntaria de SCI, teníamos una formación de voluntariado aquí estos días.
-¿Cómo?
-No sabe de qué le estoy hablando, ¿verdad? -dije de pronto, en una especie de revelación. No, claro que no. Esto tampoco podía salir bien-. Oiga, un tal Mr.Ganesh nos ha facilitado una habitación aquí a unos voluntarios de una ONG, busque mi nombre, soy Jara...
-No, se ha equivocado, no es aquí.
Sin perder más tiempo, busqué en mi riñonera el teléfono de contacto de Mr.Ganesh y lo marqué en mi teléfono móvil. Al cabo de unos segundos, me contestó al teléfono una persona desconocida que a duras penas hablaba inglés pero me dijo que ni sabía quién era Mr.Ganesh ni quería que volviera a llamar a ese número.
Ya está.
Perdida en un hotel equivocado, con un número incorrecto, sin nadie de contacto y con 88 euros menos. ¿Cómo salir de aquí? ¿Qué hacer? No podría encontrar al resto de los voluntarios.
Curiosamente, se dice que en los mayores momentos de tensión, hacemos uso de una fuerza que no sabemos que tenemos. Así que yo, habitualmente algo cobarde, insegura y bastante propensa a la lágrima fácil, respiré hondo y me senté en las escaleras. "Te esperas aquí una hora. Si no se ha solucionado por sí solo en una hora pides otro taxi y te vuelves a España."
Media hora después, como una aparición divina, entró por la puerta un chico alto y rubio que cargaba una mochila enorme. Nos miramos fijamente, reconociéndonos entre lo desconocido. No nos habíamos visto nunca, pero estaba claro.
-¿Eres voluntaria?
-Sí -digo- y tenemos un problema.
Por suerte, el problema se soluciona tras muchas llamadas a SCI-Internacional. Ambos teníamos mal el número de Mr.Ganesh porque nos lo dio equivocado en un mail, y tampoco nos esperaba para el día de hoy (pese a que ambos se lo habíamos avisado), pero conseguimos que reservara una habitación para los dos en el hotel.
Desde aquí escribo hoy, sentada en un colchón que fácilmente puede estar hecho de fibra de madera. Él, Kacper, es polaco y lleva ya 3 días en la India. Mañana empieza nuestra formación de voluntarios, pero solo estamos los dos. Todo se antoja surrealista. El ruido del tráfico por la ventana, el olor de lo desconocido, la textura de la cama, el antimosquitos en la piel... me quedan aquí 16 días.
El primero no ha sido bueno, decir lo contrario sería mentir. Quiero pensar que todo va a mejorar.



pd. Hasta ahí el blog del primer día. Evidentemente lo escribí en un cuaderno de papel y lo transcribo hoy, tranquilamente, desde Madrid. Aquel día no saqué fotografías, pero sí las habrá en próximos posts. Gracias por leer :)

viernes, 29 de junio de 2012

Costumbres de la India

Hoy iba a hacer el post de budismo, pero tengo el día muy liado y no me dará tiempo así que hago otro más rapidito (copiar y pegar, a fin de cuentas) pero muy interesante.

Básicamente os pego una información que he sacado de aquí, en relación a posibles choques culturales en la India. Os invito a leer el artículo entero de la página. Va sobre Trivandrum (que es la ciudad que visitaré los dos últimos días de mi estancia en India, pero deduzco que la mayoría de las cosas son aplicables, al menos, a todo el sur de India).

"Hay varias normas sociales que los visitantes deben conocer antes de viajar a Trivandrum.


  • El uso tradicional del "Namaste" saludo, en la que se presionan sus palmas junto al pecho y inclina la cabeza un poco, esto es como una manera de decir hola. Algunos hombres pueden ofrecer un apretón de manos, pero nunca las mujeres indias se dan la mano, incluso con otras mujeres. El contacto físico es un asunto serio en la India y es a menudo interpretado como una relación sexual, a fin de tener esto en mente cuando se trata con nuevos amigos.


  • Los indios gozan de una buena conversación y debaten casi cualquier tema, aunque siempre con la cabeza fría. Mantenga su compostura si va a estar tiempo en Trivandrum, los enfados y represalias son vistos como un signo de debilidad. Encontrarás que la mayoría de la gente en Trivandrum es muy amistosa. Los indios disfrutan hablando y en una reunión de extranjeros, por lo que se encuentran felices de tener una conversación. En cualquier interacción que tenga con los vecinos, trate de mantener la cabeza fría, aunque las cosas se pongan un poco caliente. Mantener la calma es visto como un signo superior de auto-control.


  •  Los pies son otro gran tabú en Trivandrum, ya que se consideran la parte más baja del cuerpo, que nunca debe ser usado para tocar a alguien, señalar algo o para cualquier otro propósito que el de caminar. No ponerlos sobre la mesa, la silla, o el reposabrazos en el autobús. Preste especial atención cuando se visita un templo, como los zapatos siempre deben ser quitados antes de entrar. La mayoría de los indios también se quitan los zapatos antes de entrar en sus hogares y usted debería hacer lo mismo.


  • Otro tabú es la mano izquierda. Todos los indios consideran la izquierda como la "sucia", en contraposición a la "limpia" la mano derecha. Esto principalmente tiene que ver con el hecho de que la mano izquierda es la que tradicionalmente se ocupa de cuestiones de higiene personal en la taza del baño. Por lo tanto, cada vez que saludamos a alguien, comemos algo o tocamos un objeto sagrado en un templo – utilice de su mano derecha.


  • Si nunca ha regateado sobre el precio de algo, tendrás la oportunidad, ya lo disfrute o absolutamente lo odie. El regateo es una parte importante del comercio y la cultura india, a fin de estar preparado para cuando mire las tiendas. La mayoría de los visitantes encontrarán los precios de los bienes más que razonables y no verán necesidad de trueque, sin embargo, si usted disfruta el juego, a continuación, encontrará un partido en la mayoría de las tiendas."


¡Y ya! Feliz fin de semana a todos, muchas gracias por los comentarios (que curiosamente me están llegando todos a través de facebook), y por vuestras ideas y sugerencias :) Mañana más


jueves, 28 de junio de 2012

Tamil Nadú, tierra de tamiles

La india es muy grande y variopinta. De hecho, es el séptimo país más extenso, y el segundo más poblado del mundo. Como curiosidad, se trata de la democracia más poblada del mundo :) Por supuesto, esta ingente cantidad de personas implica una gran variedad y es una sociedad con una gran convergencia religiosa y multiétnica. A mí, personalmente, me parece envidiable. Yo voy a tener la suerte de conocer a un pueblo budista, perteneciente a Tamil Nadú.

Ubicación de Tamil Nadu Bharatanatyam 44.jpg

Tamil Nadú es esa región que se ve en el mapa (sacado de wikipedia). El nombre Tamil Nadú significa "tierra de tamiles", y se fundó en 1956 para acoger dentro de sus fronteras a los hablantes del idioma tamil, que tiene una larga historia literaria y es uno de los idiomas clásicos de la India.

Siguiente pregunta: ¿quiénes son los tamiles? Copio de wikipedia (¡qué trabajosa estoy hoy!): "Los tamiles (tamil: தமிழர், tamiḻar) son un grupo étnico nativo del estado de Tamil Nadu, en la India, y de la región nororiental de Sri Lanka. Hablan principalmente la lengua tamil, y su historia se remonta a dos milenios atrás. En la actualidad, su número total se eleva a 77 millones de personas,2 de los cuales 60 millones habitan en la India,3 tres millones en Sri Lanka,4 casi un millón y medio en Malasia, y el resto se encuentran dispersos por otros países, entre los que destacan Canadá, Sudáfrica, Singapur, Birmania, Reino Unido y Guyana. La mayoría profesan el hinduismo aunque hay minorías jainas, musulmanas, budistas y cristianas.


La política en Tamil Nadu está dominada por el Movimiento del Amor Propio (también llamado el Movimiento Dravidiano), fundado por E. V. Ramasami, conocido popularmente como Periyar, para promover amor propio y el racionalismo, y para luchar contra el sistema de castas y contra la opresión de las castas más bajas. Cada partido político importante en Tamil Nadu basa su ideología en el Movimiento del Amor Propio, y los partidos políticos indios desempeñan un papel muy pequeño en la política tamil."

No tengo mucho contenido propio que aportar al respecto, porque reconozco que no sabía de la existencia de los tamiles hasta que no me dio por investigar, pero me llama muchísimo la atención y estoy segura de que en la aldea será donde más aprenda sobre ellos. Más curioso me parece que la aldea sea precisamente una excepción dentro de este pueblo tamil, y profesen el budismo. De todas formas, por lo que tengo entendido, la aldeita está rodeada de zona hinduista. ¡Y todos se llevan bien! Incluso pese a que hablan diferentes idiomas.

Cosas como estas deberían darnos mucho que pensar a los europeos, que tanto nos jactamos de nuestra tolerancia, respeto y democracia... Pero no hablaré más, no hasta que no los conozca y pueda hablar con ellos :)

¡Van quedando menos días!

En el próximo post (mañana, si todo va bien): budismo. También me apetece hablar del hinduismo y el sijismo, pero es posible que quedara un post enorme y aburrido así que me lo pensaré.

Otras cosas que también se me quedan en el tintero (y que espero resolver, porque estoy leyendo muchas cosas interesantes al respecto): el sistema de castas, cómo elegir tu campo de trabajo, maleta para la india, botiquín básico, matrimonio y familia en la India... ¡tantas cosas y tan poco tiempo!


miércoles, 27 de junio de 2012

Comida en el sur de la India

Para empezar, he de decir que he decidido (recomendada por varios médicos) no tomar Malarone, por lo que ya todo es felicidad y armonía. Por eso y más cosas, hoy estoy optimista y contando los días para irme a la India y desconectar del trabajo, así que traigo una temática más divertida que ayer: ¡La comida!

Lo primero de todo, que más me llama la atención, es que hay mucha parte de la India que es vegetariana. Sí, no olvidemos el pollo al curry, pero lo cierto es que la carne es bastante cara y en las aldeas recurren más a las verduritas y al trigo (en el norte) o al arroz (en el sur). Además, algunas de sus religiones (como el hinduismo) son extraordinariamente pacíficas y renuncian a aniquilar cualquier tipo de vida, por lo que prefieren un estilo de vida vegetariano. Hay dos festividades hinduistas, además (en primavera y en otoño, según tengo entendido) en las cuales no se come carne, e incluso los restaurantes especializados en carne cambian su carta para respetar la costumbre religiosa. En mi aldea ya me han avisado de que será todo vegetariano.

Entre otros datos y curiosidades que he encontrado, hay algunas personas que no comen ajo ni cebolla, por ser consideradas "estimulantes", y su religión no lo recomienda.



(Imagen capturada en google, no me ha dado por hacer cocinitas). ¿Qué es esto? Pues esto es un Idlis (bollos de arroz cocidos al vapor), que es la comida más habitual en el sur de la India. Sólo ahora, al leer un poco más del tema, he descubierto que toda la comida a la que estaba acostumbrada en restaurantes indios es más típica del norte del país... ¡y yo me voy al sur! Así que todo van a ser sorpresas. También es habitual el dosa (un tipo de tortilla finita de harina de arroz y lentejas). Ambas se sirven con una sopa picante de lentejas y salsas frías de coco y tomate.

Y sí, ya ha salido la palabra mágica... ¡picante!

Dice mi mayor fuente de información (Sujan Singh Pannu en su libro de "Leyendas y costumbres de la India) que "es verdad que esta comida lleva especias fuertes, como la guindilla, pimienta roja y negra, cúrcuma, jengibre, etc. Siendo la India el país de las especias, sería inaudito no emplearlas en sus preparados. Pero no se consumen caprichosamente. Su uso está basado en siglos de experiencia. Cada una de ellas tiene su función más allá del sabor: mantener el balance del cuerpo tanto en verano como en invierno. Estas especias ayudan al proceso digestivo y está equivocado aquel que piense que la comida de este país por ser picante puede dañar el estómago".

Ahí queda eso. Ahora bien, habrá que ver cómo reacciona mi cuerpo ante semejante bomba de especias. Cruzaremos los dedos. De momento, todo lo que he probado de la India (currys, tandooris, samosas, pakoras...) me ha encantado, así que lo probaré todo. Y que Buda me proteja.

Ñam ñam.


pd. Sí, Buda. En la aldea donde voy son budistas, pero ya hablaremos de eso en próximos posts... ;)


viernes, 22 de junio de 2012

Consejos para viajar a la India


Ayer escribía estresándome por el Malarone y hoy vengo a hablaros de los peligros más frecuentes (de los que me han hablado) y de cómo prevenirlos. Este blog está empezando a quedar un poco fatalista, pero que no cunda el pánico. Esta semana he tenido poco tiempo, pero la semana que viene tengo en mente ver películas sobre la India y hacer algún comentario sobre los libros de India que me estoy leyendo para meterme en ambiente. (Sigo esperando que alguien me regale “Budismo para dummies”, pero parece que no cuela)
De momento, aquí el post más morboso del blog: 

PELIGROS DE VIAJAR A LA INDIA

1. La malaria (o paludismo). 

Según wikipedia “es una enfermedad producida por parásitos del género Plasmodium. Entre 700.000 y 2,7 millones de personas mueren al año por su causa. Los síntomas son muy variados, empezando con fiebre, escalofríos, sudoración y dolor de cabeza. Además se puede presentar náuseas, vómitos, tos, heces con sangre, dolores musculares, ictericia, defectos de la coagulación sanguínea, shock, insuficiencia renal o hepática, trastornos del sistema nervioso central y coma.” Vamos, una fiesta.
¿Cómo prevenirlo? No hay vacuna. Lo que hay es Malarone y ya os conté lo que ocurre con el Malarone. Así que la mejor manera de evitar tener Malaria es evitar que te pique el mosquito. Hasta aquí, todo obvio: ropa en colores no muy vivos, de manga y pantalón largo (yo llevaré bombachos). Además, hay que dormir con mosquitera (la cual impregnaré además de repelente de mosquitos para tejido, al igual que toda mi ropa).


2. Intoxicaciones varias. 

Para el agua, lo mejor es llevar pastillas potabilizadoras. Yo me he comprado unas en Decathlón que sirven para 100 litros de agua (¡!), así que deduzco que durarán un montón. He oído que se pueden encontrar más baratas en rastros y mercadillos, pero que el sabor a cloro es inaguantable, así que me he fiado de Decathlón. Por otra parte, recomiendan no comer verduras crudas (porque las lavan con agua). Aún así, lectores y lectoras, hay que enfrentarse a la realidad: un 80% de los viajeros sufren diarrea (según se dice). Es normal, la comida es diferente, muy picante y en cualquier caso indigesta para una persona no acostumbrada a ella. También conviene evitar los "currys", al menos al principio del viaje, donde un arroz será la opción más recomendable, o incluso un tandoor (carne con salsa, pero no picante). Yo, por mi parte, en mi campo de trabajo confiaré en el arroz, así como en barritas energéticas (por si necesito comer algo y nada me sienta bien). Luego, ni qué decir tiene, que en el neceser es básico meter cosas para el estómago y para no deshidratarte. (Haré un post sobre un buen botiquín, en el futuro).


3. Ser mujer y viajar sola. 

Todas sabemos que eso es un peligro. Por lo que he leído, es frecuente que te increpen, te sigan, te suelten comentarios en diversos idiomas e incluso te toquen y pellizquen. Hay que tomárselo con calma porque somos algo parecido a una atracción turística, pero no pasa de ahí. De todas formas, ante tal eventualidad, he encontrado consejos muy buenos por Internet.
  • No decir nunca que es tu primer viaje en la India. Mentir sin contemplaciones. ¡Conoces India como la palma de tu mano! (especialmente recomendable en taxis). Cito: “El primer taxi, la primera toma de contacto, con la calle es importante. En los aeropuertos hay una ventanilla de taxi de prepago en la se paga, según el trayecto, por adelantado a cambio de un papelito en el que se te asigna un número de taxi que se ha de buscar fuera. Hay historias sobre taxistas que dicen que el hotel al que vas se ha incendiado la semana anterior, que ha cerrado, etc, a veces incluso ratificada por un policía o viandante conchabado. Son infrecuentes pero, si os sucede, reíd e insistid en que os lleven a vuestro hotel. El buen humor y la calma siempre funcionan.”
  • Comprar ropa india para mujeres (un salwar camise, por ejemplo). Es discreta y decorosa. Ya se sabe, nunca es bueno llamar la atención. Lo mejor, dicen, es comprarla en la India, porque aquí es carísima. He visto algunas cosas parecidas en Natura, pero bastante caras. De todas formas, si no, una buena opción es un pantalón largo (bombacho, por ejemplo), una camiseta o camisa y un fular. Yo voy a llevarme uno, por supuesto. Taparte los hombros en un tren siempre es una opción.


4. Robos. 

Llevar una riñonera por dentro de los pantalones (en mi caso no sé si será posible pero veré qué puedo hacer) con fotocopias de la documentación y algo de dinero. Dicen que venden en Coronel Tapioca, y que son muy útiles para no perder nada.


5. Choques culturales. 

Esto es lo más difícil, porque por muchos libros que leamos siempre encontraremos algo que nos resulte impactante, y viceversa. Nosotros somos tan raros para ellos como ellos para nosotros. Aún así, una serie de guías: ellos asienten con la cabeza mediante una especie de símbolo de infinito; tienen bastante costumbre de regatear o “timar”, pero no lo hacen con mala intención y si mantienes la calma todo saldrá bien; no llevan muy bien que perdamos la paciencia y gritemos, porque son gente muy tranquila; hay que descalzarse al entrar prácticamente en cualquier sitio; hay que vestir de una manera decorosa, etc. ¡Y esto es un resumen muy  grande! (Intentaré ampliarlo en próximos posts)


6. Viajes en tren. 


¡Y esto es todo por hoy! Otro día más y mejor

jueves, 21 de junio de 2012

Menos de dos semanas...

...y estaré en India.
Empiezo a tener miedo, junto con las ganas. Empiezo a preocuparme por el Malarone (un medicamento que "previene" la malaria). Mi médico me dijo que no lo previene, sino que palia sus efectos. Es decir, que puedo contraerla igual, pero no me daré cuenta en ese momento, aunque la malaria es una enfermedad que no se va del cuerpo y puede rebrotar en cualquier momento.
A esto añadámosle unos efectos secundarios del Malarone que me han contado y que me dejan los pelos de punta. Por lo visto, destroza el estómago, y es posible que pase una semana sin poder moverte de la cama con unos dolores horribles.
Muchas personas (sobre todo aquellas que han viajado mucho) me han recomendado que no haga ni caso del Malarone, que me vaya tranquila con mi repelente de mosquitos y algo tapadita, y que ni se me ocurra tomármelo porque me arruinará el viaje.
Por otra parte, los médicos insisten en que me lo tome.

Y aquí mi mega-reflexión del día. ¿Tomar o no tomar malarone? That's the question.

Si algún lector perdido ha tomado Malarone y quiere comentarme algo le estaré eternamente agradecida. Yo, por mi parte, como os contaré mi experiencia del día a día, ya os contaré... Por el momento soy un mar de dudas.

jueves, 31 de mayo de 2012

Vacunas para viajar a la India

Si viajas a India, te recomendarán que te pongas una serie de vacunas. ¿Cómo proceder? Pues muy fácil: acudiendo a tu centro de vacunación internacional. Yo he ido a la unidad del viajero del Hospital Carlos III, en Madrid (Barrio del Pilar, no excesivamente bien comunicado, pero hay una maravillosa línea de autobús que te lleva a Callao).
Supongo que las vacunas dependen de la zona de la India y del tipo de viaje que vayas a realizar, pero, a grandes rasgos, puedo decir lo que me han dicho.
  • Ninguna vacuna es obligatoria para viajar a India (a día de hoy, 31 de mayo de 2012). Comprobadlo si leéis este blog mucho después. 
  • Recomiendan el resto. En mi caso, hepatitis y polio. Además, unas pastillas para la malaria (que no la previenen pero palían sus efectos secundarios) y para la fiebre tifoidea (cuya protección, me han dicho, dura dos años).
  • Es altamente recomendable que vayáis a vuestro centro de vacunación un mes antes de viajar, porque algunos medicamentos (como la de la fiebre tifoidea) tardan unos 15 días en hacer efecto. 
  • Podéis pedir cita previa por Internet. 
Poco aventurero mi post de hoy. Me duele mucho el brazo y no puedo escribir, es así de triste. Momento divertido, eso sí, en el que mi médico me ha dicho que la mejor manera de prevenir la malaria es con aire acondicionado y antimosquitos eléctrico. "No creo que tenga electricidad", he dicho, con cara de circunstancias. Él ha suspirado, se ha recolocado en su asiento y, con una sonrisita, me ha dicho: "pues camisetas de manga larga". 

PD. Haré un post sobre la malaria, próximamente...

sábado, 19 de mayo de 2012

Lluvia

File:Monsoon clouds Lucknow.JPG

Voy a viajar a India en julio, lo que significa que me encontraré de lleno con el fenómeno Monzón. 
Wikipedia dice: El monzón estacional que se produce por el desplazamiento del cinturón ecuatorial. En verano los vientos soplan de sur a norte, cargados de lluvias. En invierno, son vientos del interior que vienen secos y fríos. Especialmente en el océano Índico y el sur de Asia. El monzón del suroeste que arranca de la costa de Kerala, en la India, comienza generalmente en la primera quincena de junio.

El monzón de verano produce un ochenta por ciento de la precipitación total en las zonas afectadas. El regreso del monzón tiene un ritmo desigual ya que, de un año para otro, las lluvias tienen una duración y una intensidad diferentes. El monzón es beneficioso, ya que riega la tierra, y a la vez perjudicial, cuando inunda las aldeas. Es irregular e impredecible. El eterno retorno de los monzones es una sorpresa permanente: ¿Será temprano o tardío, abundante o débil, regular o brutal? 


Así, la agricultura en la India, que representa el veinticinco por ciento del producto nacional bruto y el setenta por ciento del empleo, depende del monzón. Cultivos como el algodón, el arroz, los aceites tienen una alta demanda de agua. Un monzón débil, el retraso del mismo o interrupciones prolongadas se convierten en un giro dramático para cientos de millones de indios y bangalíes, cuya vida económica depende completamente de la contribución de estas lluvias monzónicas.

Vamos, que ahora entiendo que en la hoja de ruta mi ONG me dijera "lleva un impermeable, paraguas y ropa de abrigo". Va a ser curioso compaginar eso con los 40 grados a la sombra que suele hacer también por esas fechas. El calor húmedo, además, (por lo que he leído) es bastante asfixiante. 


(La fotografía, también tomada de wikipedia, es del fenómeno en una ciudad de India)

jueves, 17 de mayo de 2012

Visado y otras odiseas

Cuando me dijeron que tenía que hacer un visado para ir a India, me advirtieron "nadie lo consigue la primera vez". Sí, como cuando Neo intenta saltar de un edificio a otro en pleno proceso de abstracción mental. Vamos, que me hizo gracia. Me lo preparé todo: DNI, pasaporte, vuelos impresos e incluso seguro médico. Bien, pues no, no lo conseguí. Siempre falla algo, y ellos no son exactamente simpáticos, así que aquí dejo mi primera aportación para navegantes.

Visado de India para Dummies (como yo)

  1. Si vas a hacer voluntariado en India, es posible que tengas que solicitar a los organizadores de la actividad que te envíen una carta de invitación para ir al país. En mi caso, eso es lo que me dijeron, pero se complicó un poco el asunto. (Es otra historia)
  2. Una vez la tienes (o si no la necesitas), debes entrar en esta página webhttp://www.indiavisados.com y leerte muy bien las instrucciones y pasos a seguir que encontrarás allí. Tendrás que hacer una solicitud de visado online. Aquí hay que tener MUCHÍSIMO cuidado con ponerlo todo bien, porque ésta fue la causa de que tuviera que volver. Se me olvidó detallar que mis abuelos no viven ni han vivido en Pakistán, fíjese usted. 
  3. Impresa la solicitud, debes ir a la oficina de Arke, que está cerca del metro Pío XII, en Madrid. Creo que también puedes mandar todo por correo (la información viene en la página web). Vas a necesitar, además del impreso, llevar contigo tu pasaporte (recomiendo también llevar el DNI, porque cualquier excusa es buena para mandarte a casa), y es posible que te pidan los billetes, aunque a mí no me lo pidieron. Asimismo, hace falta una fotografía tamaño carnet en papel de fotografía (¡nada de impresiones caseras! Os mandarían a casa). Disponen de pegamento y grapas en la oficina. Y que tampoco se os olvide la tasa, que varía en función de los meses que vas a estar, y del tipo de visado que hayas requerido. No devuelven cambio, ni aceptan el pago con tarjeta, por lo que os recomiendo que comprobéis vuestra tasa muy bien antes de ir.
  4. Esperar a que os envíen un mail confirmando que podéis recoger el visado. Entonces tendréis que volver a la oficina, con el justificante que os dan cuando pedís el visado y vuestro DNI. Os devolverán el pasaporte (que se quedan todo este tiempo, ¡es bueno tenerlo en cuenta!), y éste tendrá un papelito pegado con tu visado. ¡Tachán!
Errores frecuentes. 
  • Campos incompletos: como mi error fatal en cuanto a parentesco pakistaní. 
  • Tildes u otras cuestiones: por lo visto, no hay que poner ninguna, aunque tu nombre o apellidos las contenga
  • El plazo del visado comienza desde el día que te dan el visado. Esto puede parecer una tontería o no entenderse, pero me explico. Imaginemos que, como yo, quieres ir a India el mes de julio. Tu intención, entonces, es solicitar el visado para un mes, ¿no? Pues no. Porque si lo solicitas en mayo, el visado te servirá para el mes de mayo, por lo que es conveniente que hagas cálculos. En realidad, yo recomiendo a todo el mundo que lo pidáis para 6 meses, por si las moscas, porque el precio es el mismo. (Muchos os preguntaréis: y entonces, ¿por qué te preguntan qué día vas y qué día vuelves de la India? Ah, no lo sé. Es una muy buena pregunta).
  • Número de entradas y salidas: yo solo tengo prevista una entrada a la India, pero cuando marqué "single", la chica de la ventanilla me explicó (con poca paciencia), que no era una buena idea, porque si por lo que sea necesito salir del país y volver a entrar (lo cual me parece poco probable pero no hay que cerrar posibilidades) no me dejarían y me quedaría en la calle. De nuevo, el precio es el mismo si pides "single" entry que "multiple" entry. Mi recomendación, por tanto, es que pidáis un visado de 6 meses con entrada múltiple. Os ahorráis disgustos y, también, que la chica de la ventanilla os trate como si fueseis tontos. 
  • Llamar por teléfono para pedir información. Si os apetece discutir con alguien para liberar adrenalina, está bien. Pero si lo que buscáis es información o un poco de guía en el complejo camino de la obtención de un visado, perderéis vuestro tiempo y posiblemente también la paciencia. 
En fin, espero que sea útil para futuros voluntarios o turistas de India :) Yo, por mi parte, ya lo tengo todo. Parecía que jamás iba a conseguirlo, ¡pero ya está!

domingo, 29 de abril de 2012

¿Cómo es India?


¿Cómo es India? Ayer me preguntaste
Y yo, que aun llevo su polvo en mis sandalias,
Y su luz, como un ascua, en la mirada,
Medité y no supe contestarte.


India es agua sucia y sol brillante,
Polvo grisáceo entre el oro y la plata,
Un viejo en cuclillas trenzando sin pausa
Y una niña de mirada penetrante.


Como una noria que gira incesante.
Un beso ardiente a la persona amada
Y un cuerpo que, en la tarde, se hace llama,
Poemas de amor y muerte en un instante.


Saris de colores deslumbrantes
Entre miseria de gente reposada.
Gente sencilla, religiosa y clara
Visitando monumentos de gigantes.


Impenetrable, de misterio llena,
No puedo definirla. Se me escapa
Cual pájaro que eternamente vuela.


Un gran deseo se me ancló en el alma.
¡Volver! Volver de nuevo a aquella tierra 
Antes de ser ceniza de la nada.


Eduardo Criado
-Recogido en el libro de Sujan Singh Pannu

jueves, 26 de abril de 2012

Camino al sur de India

Comienzo este blog para compartir aquí mi experiencia en torno al viaje a India. Voy como voluntaria de un campo de trabajo en Kanyakumari (Tamil Nadu), a conocer a un grupo de mujeres en una aldea agrícola. Ellas tienen unos cultivos que las hacen autosuficientes, y compaginan su labor con el cuidado de sus niños y sus hogares.
No tengo mucha idea de en qué consistirá mi ayuda. Poco importa. Cuando viajas como voluntaria, a veces los proyectos se caen, cambian y se redirige la acción. Dicen que puedo ayudar a plantar, echarles una mano con el cultivo, jugar con los niños y enseñarles cosas de mi cultura, limpiar el centro de su comunidad y el parque infantil...
Lo único que está claro es que allí, como a cualquier sitio, no se va a "cambiar el mundo". Viajes como este se hacen para aprender, para escuchar, para empaparte de su cultura y, después, contarlo. Contarlo todo, contagiar a tus conocidos de todas esas experiencias vividas.
Por eso he decidido empezar este blog. Con la esperanza de que a alguno de vosotros os entre la espinita y os apetezca hacer un viaje como este.
La comunicación es la base del entendimiento. La empatía es el fundamento de la solidaridad. No sé si me tocará plantar, regar, limpiar o enseñar flamenco a los niños. Pero sé que iré con ojos y oídos bien abiertos.

Ruta de viaje:

Madrid - Dubai - Bangalore.
Bangalore: 3 días. Preparación de voluntarios en India.
Tren de Bangalore a Tamil Nadu: 20 horas.
Tamil Nadu: 10 días de campo de trabajo en la aldea.
Trivandrum: 2 días (ya de turismo), ¿sola?
Trivandrum - Dubai - Madrid