martes, 31 de julio de 2012

Día 1

'Ante las injusticias y adversidades de la vida... ¡calma!' - Mahatma Gandhi

Todo el mundo odia la India el primer día. Eso me decían, antes de embarcarme. Será diferente, sé que va a ser diferente, me decía. No lo ha sido. 
Tras 13 horas de avión, mucha falta de sueño (no soy de las que duermen fácilmente en los aviones) y un poco de miedo a lo desconocido, salí a Bangalore a las 9 de la mañana. Cambié mis euros por rupias y el calor de la calle me golpeó en la cara. Me habían dicho que la India olía a especias, pero todo lo que podía distinguir era algo parecido a... ¿basura? Pero apenas tuve tiempo para pensar en ello, porque una docena de hombres se abalanzaron hacia mí exclamando "¡airport taxi!", y yo me fíé de uno al azar porque todo cuanto tenía en mis manos era una dirección que para mí no significaba nada.
-First time in India? -me preguntó conforme me dirigía a su coche.
Conocía sus trucos, lo había leído en Internet, así que sintiéndome inteligente le dije que no, que tenía unos cuantos amigos en India y que venía a visitarlos tanto como podía. El taxista siguió dándome conversación y después se hizo cargo de mi mochila. Le facilité la dirección y me pidió 1000 rupias (unos 15 euros). Sé que es caro, un precio impensable para los locales, pero también sé que mi color de piel y mis pintas de turista no ayudaban nada y, teniendo en cuenta las circunstancias, parecía un trato justo.
Intenté relajarme, pero estaba en tensión. Miré por la ventana. La carretera parecía sumergida en medio del campo. El paisaje iba transformándose y de pronto noté que el conductor hacía un desvío hasta introducirse en un palmeral. Admiré su belleza y su exotismo con curiosidad, hasta que el taxi se detuvo de golpe.
-6000 rupias -dijo entonces, todavía en inglés (traduzco por comodidad de todos).
-¿Cómo? -calculé rápidamente. Son 88 euros-. ¡No!
-Taxi de prepago, señora.
-¡Pero es que me dijo 1000 rupias! 6000 rupias es muchísimo dinero.
-No es muchísimo dinero, señora, el lugar a donde usted quiere ir está muy lejos y...
-Oiga -le dije, muy seria, pero el corazón me latía demasiado fuerte y mi voz salió de mí temblando-. No pienso pagar 6000 rupias por un taxi.
El taxista se rió, y al hacerlo dejó a la vista unos dientes amarillos. Señaló hacia la ventana.
-De acuerdo, pues bájate.
Tragué saliva, mirando por la ventana. Estaba en medio de... ¿la selva? ¿un bosque? ¿dónde? Ni siquiera sabía si había carretera. Respiré hondo, intentando calmarme, y concentré toda mi fuerza en sacar las 6000 rupias de mi riñonera. Se las pasé sin mirarle y, tras contarlas, arrancó de nuevo el coche y dio la vuelta. Seguimos en silencio unos cuantos minutos, y pronto volvimos al autovía. Mi cabeza trabajaba demasiado deprisa, imaginando escenarios poco agradables, imaginando una segunda parada y una nueva amenaza, imaginando que no me llevaba al hotel donde me esperan el resto de los voluntarios, imaginando que todos tenían razón cuando me decían que el viaje a la India era demasiado peligroso.
-Puede dormirse si quiere -me dijo el taxista mirándome por el retrovisor.
-No -espeté con sequedad y, con una seguridad que me sorprende a mí misma, fui totalmente franca-. No me fío de usted.
-Oiga -me respondió-, a mí esto tampoco me gusta. Pero tengo un jefe que me obliga a hacer esto.
-Mire. Cállese, por favor. Lléveme a mi hotel, no me importa de quién sea la culpa, pero no voy a darle conversación en el trayecto.
-De acuerdo, señora.
La ciudad comenzó a dibujarse poco a poco por la ventana, pero no terminaba de diferenciarse demasiado del campo. Las aceras brillaban por su ausencia y carteles de Samsung, Apple y McDonalds colgaban de edificios derruidos o a medio construir. Apenas unos escalones los separaban de la tierra que tenían por asfalto. Imagino que durante las lluvias (que han de ocurrir este mes) las calles serán ríos de barro. Junto a los taxis se deslizan hábiles los autorickshaws, una especie de motos que llevan pasajeros y que son el medio de transporte más barato y popular de la India.
Por fin, tras un viaje que yo creía eterno, me anunció que ya habíamos llegado a mi hotel. Cogí mi mochila y salí de allí como si las puertas quemasen.
-Ya pasó -me dije-. Ya estoy aquí.
Entré al hotel y me sorprendió no encontrar ningún cartel, ni nada, que indicara el encuentro de voluntarios de SCI. No había nada, ni nadie con la piel blanca, así que me dirigí al mostrador.
-Hola, disculpe. Soy voluntaria de SCI, teníamos una formación de voluntariado aquí estos días.
-¿Cómo?
-No sabe de qué le estoy hablando, ¿verdad? -dije de pronto, en una especie de revelación. No, claro que no. Esto tampoco podía salir bien-. Oiga, un tal Mr.Ganesh nos ha facilitado una habitación aquí a unos voluntarios de una ONG, busque mi nombre, soy Jara...
-No, se ha equivocado, no es aquí.
Sin perder más tiempo, busqué en mi riñonera el teléfono de contacto de Mr.Ganesh y lo marqué en mi teléfono móvil. Al cabo de unos segundos, me contestó al teléfono una persona desconocida que a duras penas hablaba inglés pero me dijo que ni sabía quién era Mr.Ganesh ni quería que volviera a llamar a ese número.
Ya está.
Perdida en un hotel equivocado, con un número incorrecto, sin nadie de contacto y con 88 euros menos. ¿Cómo salir de aquí? ¿Qué hacer? No podría encontrar al resto de los voluntarios.
Curiosamente, se dice que en los mayores momentos de tensión, hacemos uso de una fuerza que no sabemos que tenemos. Así que yo, habitualmente algo cobarde, insegura y bastante propensa a la lágrima fácil, respiré hondo y me senté en las escaleras. "Te esperas aquí una hora. Si no se ha solucionado por sí solo en una hora pides otro taxi y te vuelves a España."
Media hora después, como una aparición divina, entró por la puerta un chico alto y rubio que cargaba una mochila enorme. Nos miramos fijamente, reconociéndonos entre lo desconocido. No nos habíamos visto nunca, pero estaba claro.
-¿Eres voluntaria?
-Sí -digo- y tenemos un problema.
Por suerte, el problema se soluciona tras muchas llamadas a SCI-Internacional. Ambos teníamos mal el número de Mr.Ganesh porque nos lo dio equivocado en un mail, y tampoco nos esperaba para el día de hoy (pese a que ambos se lo habíamos avisado), pero conseguimos que reservara una habitación para los dos en el hotel.
Desde aquí escribo hoy, sentada en un colchón que fácilmente puede estar hecho de fibra de madera. Él, Kacper, es polaco y lleva ya 3 días en la India. Mañana empieza nuestra formación de voluntarios, pero solo estamos los dos. Todo se antoja surrealista. El ruido del tráfico por la ventana, el olor de lo desconocido, la textura de la cama, el antimosquitos en la piel... me quedan aquí 16 días.
El primero no ha sido bueno, decir lo contrario sería mentir. Quiero pensar que todo va a mejorar.



pd. Hasta ahí el blog del primer día. Evidentemente lo escribí en un cuaderno de papel y lo transcribo hoy, tranquilamente, desde Madrid. Aquel día no saqué fotografías, pero sí las habrá en próximos posts. Gracias por leer :)

3 comentarios:

  1. Me ha encantado, Jara. ¿Has acumulado material para un nuevo libro?

    El P.D. no lo tenías por qué haber puesto. Ahora sabemos que has sobrevivido a la India. Es un spoiler. Jajaja.

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    1. jajaja material para un libro nuevo! Supongo, aun estoy digiriendo la experiencia. Es como si acabase de despertar de un sueño raro, muy raro, y los detalles empezasen a aparecer poco a poco...

      Gracias por leer, ¡qué ilusión!

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  2. No sé si pensar que realmente eso te pasó o si simplemente es un escrito que hiciste. Madre mía, que angustia, jajajaja

    Besitos, Jara ;)

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