martes, 21 de agosto de 2012

Día 4

Para mi sorpresa, hoy sí ha habido orientación. Esta mañana nos hemos levantado con la noticia de que dos chicas belgas habían llegado a la habitación del bangladeshí. Parecían bastante simpáticas, por lo que intenté hacer uso de mi torpe francés para hablar un rato con ellas.
En nuestra espera por la orientación, descubrimos a una chica bajita vestida con un salwar camise de color verde. En la frente llevaba una especie de gota negra, muy pequeñita. Había leído que las mujeres llevaban un punto en la cabeza cuando estaban casadas, por lo que no pude evitar escandalizarme. Parecía una niña.
-¿De dónde sois? -nos dijo nada más vernos, ofreciéndonos una sonrisa.
-España, Bélgica, Bangladesh y Polonia -respondí, y ella asintió con la cabeza.
El escenario para la orientación no fue otro que la habitación en la que dormíamos todos menos Kacper y yo. No era lo que ninguno de nosotros había esperado después de tanta expectativa con respecto a la orientación, pero estábamos tan satisfechos de tenerla por fin que poco importaba.
Comprender su acento era lo más complicado. Hablaban muy rápido, con una pronunciación totalmente distinta a la que estamos acostumbrados, pero con una fluidez que dejaba muy claro que eran prácticamente bilingües. Aun así, nos mirábamos unos a otros desconcertados, capturando tan solo algunas palabras.
Excepto cuando Barkhi, la mujer de Ganesh, empezó a hablar. Nos hizo un breve resumen sobre las tradiciones hindúes. Gente pacífica, dijo, muy callada.
-Hacer un campo de trabajo es una experiencia estupenda -nos advirtió-. Sólo así conoceréis a la India de verdad. No es como ir a un hotel de 4 estrellas. Aquí vais a estar con gente de las aldeas. Hablaréis con los hombres, jugaréis con los niños, rezaréis con ellos y comeréis con los dedos. Lo que os será más difícil será hablar con las mujeres. Una mujer jamás sale al salón si hay visita; siempre debe esconderse en la cocina a preparar todo para los invitados. Debéis ser pacientes, debéis insistir. Sólo a través de los hombres y de los niños llegaréis a conocer a las mujeres. Pero es especialmente constructivo que habléis con ellas.
Tomé nota. Sonaba a desafío.

Por la tarde, Barkhi y las chicas indias nos acompañaron a hacer nuestras primeras compras en Bangalore. El frenesí y el caos de las calles nos agotaron en poco más de veinte minutos, pero ellas parecían totalmente acostumbradas a sortear carreteras sin señalización y vendedores sin pudor. Caminaban por entre la gente gritando y señalando prendas y pañuelos, indignándose ante primeros precios que, a base del regateo y fingidos cabreos, conseguían rebajar hasta cifras que a nosotros se nos antojaban ridículas.
Fue imposible para las chicas del grupo resistirse a la tentación de hacernos un Mehandi (tatuaje de henna). Las chicas nos contaron que originalmente era una práctica que se realizaba solo para mujeres en el día de la boda. Se las tatuaba en brazos y piernas, sin apenas dejar un hueco libre para la piel. Pero hoy en día se ha convertido en una moda para todas, e incluso las jóvenes han aprendido a hacérselo en sus casas, como nosotras nos practicamos una manicura.
Ante nuestra fascinación, las chicas nos llevaron a una callejuela que jamás se nos habría ocurrido atravesar. Y allí, sentado en una silla de plástico, trabajaba el "mejor artista de Mehandi de la India", tal y como aclamaba su cartel.



No pudimos evitarlo, y acabamos todas con unos preciosos tatuajes en nuestras manos. Dicen que se va en dos semanas, pero que es posible que el trabajo físico de estos días que vienen haga que se vaya antes.
-¿Y dices que esto es moda? -le pregunté a la chica más joven, a la que llamaré desde ahora Indira (para proteger su identidad, hablaré de ella más adelante).
-Hay muchas cosas que antes eran solo para mujeres casadas, y que ahora llevamos todas. ¿Ves esta gota que tengo en la frente? ¡Es moda! Son unas pegatinas, puedes comprarlas en cualquier tienda. Nos lo ponemos porque estamos guapas. Las casadas lo llevan en rojo.
-Tú no estás casada, entonces.
Su carcajada resonó por las calles de Bangalore, conforme avanzábamos con las manos en alto para evitar que cualquier transeúnte echara a perder nuestra henna todavía húmeda.
-¡Pues claro que no estoy casada! ¿Qué haría aquí con vosotros, si no?
No pude evitar que la sensación de alivio se reflejara en mi cara.

Ahora escribo desde la habitación. Es nuestra última noche en este hotel. Mañana partimos por la mañana al que será nuestro campamento estos días. Estoy inquieta. Emocionada, pero inquieta. Todo aquí es nuevo y diferente, y cada vez que algo nos sorprende, las chicas nos recuerdan que esto es la ciudad y todo es mucho más "occidental". Me pregunto cómo serán las aldeas.

jueves, 9 de agosto de 2012

Día 3


Hoy empezaba la orientación, decían. Pero, como era de esperar, un "no problem" de Mr.Ganesh nos ha hecho saber que se posponía de nuevo. Por suerte, hoy ha sido un día de sorpresas.
En la habitación del chico de Bangladesh ha aparecido en medio de la noche una nueva inquilina: Isa, que es española. Es inevitable sentirme un poco más como en casa.
Después del desayuno, al que poco a poco nos vamos acostumbrando, Isa, Kacper, Mak y yo decidimos ir al parque nacional de Bangalore, con toda la intención de matar el tiempo. Por suerte, la mujer de Ganesh se ofrece a acompañarnos. En su momento no somos conscientes, pero después de la odisea a la que nos sometemos para encontrar el autobús adecuado, nos damos cuenta de que sin ella jamás habríamos llegado a nuestro destino.
El autobús recorre Bangalore y se aleja a las afueras. Barkhi, la mujer de Ganesh, señala por la ventanilla y me dice "ahora empieza el Silicon Valley", y poco a poco van apareciendo pequeños paraísos, hoteles y SPAs que parecen sacados de un universo paralelo. Cuesta creer que tan solo lo separen unos kilómetros de la ciudad caótica y sucia en la que hemos pasado estos dos días.
Unas horas después, llegamos al parque nacional, y pagamos una tarifa de safari. No tengo mucho más que contar de esto. No me gusta demasiado ver a los animales si es en cautividad (aunque se trate de un parque natural repleto de comodidades), así que tampoco me emocionó demasiado la experiencia. Aunque debo reconocer que la visión de un tigre blanco me dejó sin aliento.
Tras el viaje, Barkhi nos invitó a un zumo de caña de azúcar, y aprovechamos para tomarnos un coco. Tan solo valen 15 rupias, y el precio nos resulta tan ridículo que nos provoca ganas de tomar fruta todo el día.


Barkhi es realmente dulce. A veces nos sentimos algo cohibidos ante la generosidad de los hindús. Sabemos -y saben- que tenemos un mayor nivel adquisitivo, pero nada les frena a la hora de ofrecer y regalar. 
-En la India creemos que el invitado es un dios -me explica Barkhi, con una sonrisa. 
Ahora estoy tumbada en mi cama, agotada. Escribo despacio y parando ante cada frase para bostezar y echar un vistazo al televisor que tenemos Kacper y yo en la habitación. No tardaré en caer rendida. Debo escribir el diario a una hora más temprana. 

Mañana, dice Ganesh, tenemos orientación. A estas alturas, es una planificación que ni siquiera yo me tomo demasiado en serio. Creo que es hora de practicar mi Indian Bobble, para poder ejemplificar exactamente mi estado de ánimo al respecto: "te estoy oyendo, ajá, mañana orientación, ajá". 


miércoles, 1 de agosto de 2012

Día 2

"La más larga caminata comienza con un paso". (Proverbio hindú)

Esta noche he dormido poco. El colchón es duro, y cada vez que me muevo -cosa que hago frecuentemente- me despierto. Por eso, cuando Kacper me ha despertado a las 8 de la mañana, me ha costado despegarme de mi saco de dormir.
Todavía adormilada, me he dirigido al cuarto de baño a darme una ducha. Pero no ha sido una tarea tan fácil. 
Efectivamente, esta es una ducha típica india. Es decir, un grifo, un cubo y una jarra pequeña. No sabía que darse una ducha así pudiera ser tan complicado, pero es evidente que me falta práctica, porque en tan solo dos minutos he encharcado todo el suelo, y no he conseguido lavar del todo bien mi pelo. Decir que el agua estaba fría es innecesario, ¿verdad?
La segunda sorpresa del día ha sido encontrar una picadura de mosquito en mi pierna. Un mosquito, un bicho, no lo sé. No me pica mucho, pero sea lo que sea es un especimen que ha conseguido atravesar mi saco de dormir y mis pantalones impregnados en repelente de insectos. Me río por no llorar, porque no estoy tomando nada contra la malaria. Kacper se ríe y vaticina mi muerte: "¡Es tu último día en este mundo, así que más te vale aprovecharlo bien!". Puede ser. 
En cualquier caso, la rutina india empieza a hacerse patente. A las 8:30 Kacper y yo bajamos a desayunar a la cafetería, porque por fin iba a comenzar la orientación de voluntarios. En el camino nos encontramos con Mak, un chico de Bangladesh que también es voluntario. Nos resulta complicado elegir qué desayunar, porque no entendemos los alimentos, ni hay nada que nos indique qué puede ser bueno para desayunar. Así que optamos por la vía más sencilla. 
-Algo que no pique, por favor. 
Y entonces, el camarero lo hace. Ese gesto que hacen los indios y que no hemos parado de observar en todo el día. (*) Una especie de agitación con la cabeza, de lado a lado, muy serios. Los tres nos observamos con inquietud. ¿Ha dicho que sí? ¿que no? ¿se ha ido sin más? Mirando a nuestro alrededor vimos que muchos hacían ese movimiento de cabeza de manera constante. Por suerte, el camarero vuelve con un "Butter Dosa", que es... difícil de definir. Dejo la foto, mejor. Todo lo que sé es que sabía a mantequilla, y que estaba riquísimo. La salsa picaba tanto que era impracticable, pero por lo menos mi estómago aguanta tranquilo.

Las horas pasaban, y Mr.Ganesh seguía sin hacer acto de presencia, así que le llamamos. 
-¡Oh, no, no! Orientación hoy no. Es que he pensado que, como todavía no estáis todos los voluntarios... Mejor disfrutad de Bangalore, ¿sí?
Así que eso hemos hecho. Mak, Kacper y yo nos aventuramos por las calles de la India, y el miedo que teníamos ayer deja paso a una extraña sensación de adrenalina. Cruzar la calle es respirar hondo y atravesar los coches en zigzag. No hay pasos de peatones, ni semáforos, ni un claro sentido del tráfico. 
Las pocas horas que he dormido me permiten disfrutar de las vistas con una mirada distinta a la de ayer. Y no mentían: la India es de colores. Y de contrastes. Las casas son turquesas, verdes pistacho, amarillas. Algunas parecen haber sobrevivido a un bombardeo, y todas parecen colocadas a diestro y siniestro y con rapidez, como con prisas. Como si toda la ciudad fuese fruto de un arrebato adolescente. Un hotel con balneario no dista demasiado de imágenes como esta: 
Cuesta observar algo así sin detenerse incrédulo. Pero no somos los únicos que abrimos los ojos de par en par. Las mujeres, peinadas en trenzas adornadas con guirnaldas de jazmín y envueltas en saris o en salwar camises (la alternativa "moderna" a la tradicional indumentaria hindú), nos observan como si acabásemos de salir de una nave espacial, ¡o peor!, de una película de Hollywood. El pelo rubio de Kacper no pasa inadvertido, y las chicas no le pierden de vista, aunque no terminamos de apreciar si es admiración, curiosidad o recelo lo que advertimos en sus miradas. También los hombres nos miran; pero estos, ataviados con vaqueros y camisas al más puro estilo occidental, lo hacen con más descaro e incluso nos sonríen. 
Finalmente, y con el deseo de apreciar nuestro día libre y, según Kacper, mi último día de vida, hemos cogido un AutoRickshaw para ir a un jardín botánico y así ampliar nuestros horizontes. El viaje en Rickshaw ha sido indescriptible. El vértigo y el miedo de vernos esquivar los coches sin ningún tipo de prudencia se convirtió de pronto en una risa floja compartida, al tiempo en que nos agarrábamos a los barrotes y gritábamos: "This is India!" a las carreteras abarrotadas. 
Estoy agotada. Dicen que la formación empezará mañana, y no puedo esperar. Parece que, después de todo, esto no está tan mal...


(*). Quería que todos pudierais ver el gesto al que me refiero, así que lo he encontrado en Youtube. Para aclarar, Kacper y yo terminamos por descubrir su significado: "Sometimes yes, sometimes no, sometimes neither, sometimes both". (A veces sí, a veces no, a veces ninguna de las dos, y a veces las dos cosas). Vamos, que es su forma de decir "te escucho", sin responder a la pregunta. Curioso a la par que útil. Pero a veces, sobre todo si no lo dominas, puede resultar desquiciante. Kacper y yo, por lo pronto, practicamos en el espejo. 



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