domingo, 16 de diciembre de 2012

Día 7

"Es de hipócritas amar a la humanidad en su conjunto y odiar a quienes no adoptan nuestros puntos de vista" (Refrán hindú)

Nuestra mañana de trabajo fue interrumpida de nuevo por la pausa para el té caliente y un mango. Además, nos obsequiaron con dátiles, y unas pequeñas frutas de un color amarillo casi fosforito, que por lo que dicen facilita la digestión. Yo he decidido fiarme, dadas las circunstancias, y he de reconocer que mi estómago va aclimatándose poco a poco.

Ayer por la noche comencé la que creo que va a ser mi dieta los próximos días: arroz blanco. He descubierto que si le quito el curry, mi estómago no sufre. No es del todo apetitosa, sobre todo teniendo en cuenta que no le añaden sal ni nada. Es arroz cocido. Pero alimenta, y es todo lo que puedo pedir.

Nos han dicho que este sábado iremos al pueblo, así que es posible que compremos pan, y algo para hacernos sandwiches. Entre otras cosas, hoy fantaseábamos con un vaso de coca-cola, por lo que es probable que nos hagamos con una botella para todos.


Pasar tanto tiempo juntos nos ayuda a hablar de todo un poco. Las chicas indias son discretas. Cuando hablamos de algo, preguntan con timidez, y esconden sus sonrisas tras una nerviosa carcajada. Es difícil hablar con ellas, pero los días pasan y dormimos juntos, trabajamos juntos, cocinamos y comemos juntos. Poco a poco vamos rompiendo esas barreras. 

Han pasado 7 días y ya sé de la vida sentimental de todos mis compañeros europeos, pero es hoy la primera vez que alguna de las indias abre la boca para hablar de amor. Estábamos cocinando, cuando comienzan a contar cómo funciona el matrimonio en la India. 

Pese a lo que yo pensaba, el matrimonio concertado sigue siendo la principal vía de matrimonio en el país, incluso en las grandes ciudades. No he podido controlar mi sorpresa e indignación. Yo creía que eso se daba solo en los pueblos. 

-¡Pero no es tan malo! -se defiende Spoorthi, que después nos explica todo el funcionamiento. Cuando una mujer cumple los 20 años (en las ciudades, porque en los pueblos suele ser más joven), su familia empieza a pensar en prometerla. Para ello, la vía moderna indica que hay que hacerle una fotografía vestida con sus mejores galas. Esa fotografía se reparte a todos los amigos de la familia, para que las coloquen en sus casas de tal manera que cuando llegue la familia de un hijo casadero puedan verla y valorarla. 

Entre diversas conversaciones, lo que se busca es encontrar a un marido (o una esposa, en el caso contrario), que pertenezca a la misma subcasta -estrato social, supuestamente erradicado a raíz de las protestas de Gandhi, pero erradicado solo a nivel legal, porque la religión sigue siendo bastante estricta al respecto-. Se busca que tenga dinero, bienes y buena reputación. 

Una vez se ha encontrado a alguien adecuado, las familias hablarán para ponerse de acuerdo, y si a ellos les parece bien, se realizará una presentación formal de los futuros cónyuges, y se les permitirá hablar unos minutos. Si no hay mayores complicaciones, ambos aceptarán, y será la familia de la mujer la que tenga que pagar una dote a la familia del marido. A los meses se celebrará una ceremonia larguísima. Sí, ya sabéis, a la mujer se le tatúa el cuerpo con henna, diversos rituales, etc. Después, ella se irá a vivir con la familia del marido: suegros, cuñados y mujeres de sus cuñados incluidos. Su destino pasará a estar en manos de su suegra, futura dueña y señora de su vida.

Yo no salgo de mi asombro, y no puedo evitar hacer preguntas incómodas. 

-¿Por qué pagáis vosotras la dote?

-Porque nos van a mantener el resto de nuestras vidas, tiene sentido -explican.

-¿Y cuánto vale?

Ríen ante mi inocencia, y me explican que eso depende. Que se pone un precio acorde a las cualidades del hijo. Un hijo guapo, o rico, o inteligente, exigirá una mayor cantidad. Por eso, los padres de las chicas ahorran durante toda su vida para poder pagar un buen marido para sus hijas. De lo contrario, tendrán que conformarse con alguien mediocre. Es una de las principales causas por las que, en los poblados más pobres, los padres asesinan a sus hijas recién nacidas. Simplemente, no se lo pueden permitir.

-Pero no es solo la dote. La familia del marido tiene que aceptarte. El futuro marido habla con tus vecinos para conocer tu comportamiento: si te han visto con otros chicos, si sueles salir mucho sola de tu casa... tienes que cuidar mucho tu imagen. De todas formas, a veces los vecinos, si son celosos, hablan mal de ti y cuentan mentiras. Por eso es mejor no hablar con chicos, directamente. Tener buena fama, ya sabes.

Me cuesta encajar mis mandíbulas. Legalmente tus padres pueden obligarte a casarte. Indhira me cuenta que es la principal causa de suicidios de mujeres en la India.

Indhira, Spoorthi, Sirisha, Shuti..., todas las chicas que se sientan conmigo a hablar, son universitarias. Pertenecen a familias educadas. Tienen iPad, iPhone y portátiles en casa. Algunas están terminando ingeniería, y otra quiere hacer un doctorado en comercio internacional. Conocen a Rihanna, son fans de Crepúsculo. ¡Ven la MTV! Y sin embargo, saben que dentro de un año, van a tener que abandonar sus casas para pasar para siempre a la disposición de su suegra. No parecen indignadas.

-¿Y si tu suegra no quiere que trabajes de ingeniera? -pregunto.

-Pues no trabajaré. Me quedaré en casa, limpiaré y cuidaré de mis hijos y mi suegra. De todas formas, esas cosas las negocian las familias de antemano, para evitar ese tipo de situaciones. Aunque claro, tú legalmente pierdes a tu familia cuando te casas, por lo que si tu suegra cambia de opinión, debes aceptar.

Cuatro años de carrera reducidos a eso. Intento respirar hondo y no dejarme llevar por la ira, pero esta semana ha sido suficiente para conocer a estas chicas, para cantar y bailar con ellas, para charlar y reírme con ellas. Para descubrir que son chicas como yo, que no hay tanto que nos diferencia. Y, sin embargo, su destino es tan distinto. Se me empañan los ojos de la furia. Me gustaría cogerlas por los hombros y zarandearlas para que compartieran mi indignación. Para que despertaran.

-No te preocupes, Jara. Mis padres tienen una mentalidad más abierta.

-¿Te dejarán elegir a ti?

-¡No! -exclama en una carcajada-. Claro que no. Pero elegirán al mejor para mí. Hablarán con la familia, les convencerán para que me dejen estudiar.

-No lo entiendo -digo, una y otra vez-. No lo entiendo. ¿Y de qué va entonces todo eso de Bollywood? Son tan románticas, esas películas. ¡Se enamoran! Hay un chico, y una chica, ¡y se enamoran! ¿Por qué hacéis esas películas, si después no creéis en el amor?

-Sí creemos en el amor -me corrige Sirisha-. Pero el amor viene después del matrimonio.

-Ya, pero en las películas son un chico y una chica que se enamoran y finalmente se casan. Como lo hacemos en occidente...

Indhira, callada hasta entonces, sonríe.

-Toda chica tiene su historia de amor. Simplemente hay que saber controlarse, y cortarla. Es inevitable enamorarse. Pero hay que ser lista y conocer tus prioridades. La familia es lo primero. Claro que eso no significa que no nos guste soñar.

Les gustan las películas de amor, como a nosotros las de magos o unicornios. Sabemos que no existen, pero nunca está de más soñar.

Escribo ahora desde mi cama, refugiada en mi mosquitera. Las observo dormir y me invade la frustración. No quiero juzgar, no quiero pensar que yo estoy en lo correcto. Pero pienso en mi novio, pienso en los chicos que han pasado por mi vida. Recuerdo cada beso, cada cita, el simple hecho de cogerles de la mano por la calle. Cada abrazo. Vuelvo a mirarlas, respiran tranquilas en su sueño.

Ellas jamás darán un beso por primera vez a un chico con incertidumbre. Ellas no sentirán esas cosquillas, ni esa irrefrenable alegría por pensar "le gusto".

Necesito dormir. 

2 comentarios:

  1. La verdad que parece increíble que un país llamado a tener tanto poder pueda seguir tan atrasado. Pero lo que más choca es su tranquila serenidad. ¿Hasta qué punto están independizadas mentalmente? Porque parecen personas cultas, luego no entiendo cómo no reclaman un mínimo de derechos que debieran ser inalienables. Gran post Jara, gran experiencia y gran sensibilidad. :)

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    1. Según avanzo en el blog (que aún no está escrito, pero sí lo tengo todo en mi diario de viaje) se verá que realmente sí empieza a haber una conciencia crítica en ellas, pero viven atemorizadas a quejarse, no se sienten en su derecho. La religión las oprime mucho.
      No obstante sí saben que su situación es más injusta que la de las mujeres occidentales. De todas formas, me sorprendían con frases como "De todas formas, me gusta vivir en un país donde mantenemos unos valores que en Occidente habéis perdido", "los hombres y las mujeres no pueden ser iguales porque las mujeres nos debemos a nuestra familia", etc.
      Para ellas es difícil aceptar la voz de un occidental. Nos consideran una especie de marcianos capitalistas, superficiales. Razón no les falta, pero por culpa de estos prejuicios ellas también creen que el progreso no siempre conlleva cosas positivas...

      No sé, es complicado

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